Habíamos salido a caminar, el día mutaba de la lluvia al sol en cuestión de minutos, un día raro. Muy otoñal. El viento zarandeaba con fuerza las ramas del árbol que está frente a la ventana donde escribo. Escuchaba el sonido del viento. Al entrar a casa rápidamente miro en el móvil las noticias, de muchas solo me quedo en el titular, y una de ellas al leerla me cayó como un mazazo. No podía dar crédito. Me ganaba la desazón. Me quedé en shock por unos segundos. Anunciaba la noticia el óbito de la escritora madrileña Almudena Grandes. Le comento a F, se queda sin palabras. Silencio en casa. Al mismo tiempo, se me entrecruzan muchas imágenes a la vez. En la universidad, en Lima, leí alguna reseña suelta sobre ella, me quedé con el nombre. Por esos tiempos, no husmeaba tanto la novela española, estaba muy lejos de mis intereses literarios. Luego una de sus novelas, «Las edades de Lulú», fue llevada a la pantalla grande, fui a verla en un cine que quedaba entre la avenida Javier Prado y Petit  Thouars, si la memoria no me juega una mala pasada. Recuerdo que cuando vine a Madrid lo primero que leí fue a ella, tengo en la biblioteca algunas de sus obras, otras novelas las leí de la biblioteca. Las devoraba de un tirón. Era una persona íntegra con sus causas, con la memoria histórica en este país que supura como una herida mal curada. La vi en varias presentaciones de libros. Su manera de encarar la historia es lo que más rescato de ella. Su devoción por Benito Pérez Galdós y pasión por la escritura –leía una vez que se levantaba muy temprano para moldear la palabra. Una Navidad me cayó como regalo, «Los aires difíciles», una de sus novelas donde recreaba una historia teniendo como compañía los famosos aires gaditanos del poniente y del levante; ese atrezo de la naturaleza con la historia narrada me atrapó. Admiraba ese río caudaloso de palabras que eran sus novelas. Desgraciadamente, de un de repente, nos hemos quedado sin sus historias. Caminos de leche y miel, Almudena.

P.D. Es muy significativo, que en su entierro las lectoras y lectores de Almudena Grandes, hayan ido con un libro y un clavel rojo en las manos.

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