Era sábado y en Buenos Aires llovía a cántaros. La lluvia podría torcer nuestros planes de recorrer la ciudad. Habíamos planeado para ese día ir a conocer la plaza de Julio Cortázar (ex de Serrano) en el barrio de Palermo. Era mi prioridad y Fofó sabe que en eso soy muy cabezota, en París con lluvia y frío llegamos a la tumba de César Vallejo y al día siguiente volvimos para rendir homenaje a Cortázar en el mismo cementerio donde estaba el vate peruano. Ella solo movía la cabeza y cuando puede me reprocha mi tozudez con una sonrisa. En Ginebra no paré hasta llegar a la tumba de Jorge Luis Borges, un cementerio donde predominaba el verde y mucha tranquilidad, y circunstancialmente, en el mismo camposanto estaba enterrado el gran novelista que retrató los apuros y agonías de las personas contemporáneas como fue Robert Musil. ¿Qué nos hace visitar tumbas y recuerdos en los cementerios? Mi padre y mi madre lo primero que hacen cuando a Isla Grande es una romería por el cementerio a visitar a los familiares y amigos que partieron, igual ritual repite mi hermano. Presumo que de ahí me viene la seña de visitar cementerios. Qué una ciudad diera ese homenaje a un escritor como este gran cronopio era un lugar para visitarlo. Había leído en una guía de viajes y en una página web que, inclusive, estaba una rayuela pintada en el suelo en alusión directa al escritor argentino. Con esas ilusiones y recuerdos salimos para la plaza. Recordaba mis lecturas de los cuentos y novelas de Julio Cortázar, con los patas de la universidad lo veíamos como nuestro primo mayor que lo miras con admiración por su erudición. La lluvia había amainado y llegamos hasta la plaza. Ese día había un mercadillo de fin de semana donde los comerciantes recién llegaban a sus puestos de venta y exhibían su mercadería. Un letrero verde que decía Plazoleta Julio Cortázar. Dimos muchas vueltas y no veíamos la rayuela en el suelo. Hasta que decidimos preguntar a uno de los comerciantes del rastrillo y nos contestó con una sonrisa burlona. Eso fue hace mucho tiempo, lo hicieron con mala pintura que terminó borrándose con el tiempo. Nos llenó de frustración la noticia y es que los alcaldes (intendentes) y escritores parecen que no se llevan bien. Decepcionados subimos por la calle Jorge Luis Borges y llegamos hasta la Plaza Italia. El cielo seguía encapotado.

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