En plena pandemia, en este lado de Europa del sur, la presidenta de una comunidad autónoma en una sesión de fotos luciendo un traje negro y rostro compungido trataba de escenificar a la Mater Dolorosa, la nación triste que lloraba a sus muertos por el virus. Las fotos desde diferentes ángulos me parecieron de una sobreactuación que se volvía como un bumerán contra la que mujer que posaba en las imágenes. La sobreactuación en política se paga. Da la impresión que lo que quiere reflejar es falso, no real. Esta política había acumulado a lo largo de su rodaje muchos desaciertos que mostraba la poca empatía con la población. El sentido común cualidad que deben tener las personas en la escena pública, lamentablemente, ella carecía y carece. Decía entre sus perlas que el aire contaminado no era tan dañino como se creía para justificar la contaminación en la ciudad que ella gobierna. Pero las personas morimos por las imágenes que exponemos. Mientras mostraba esa pena y tristeza por esta plaga global resulta que en la gestión de las residencias para personas mayores hacía lo contrario, implantaba una política de muerte. A través de una normativa autonómica impedía que las personas mayores que estaban en las residencias públicas infectadas por la pandemia no fueran trasladadas a los hospitales públicos. Hablando en plata, los dejaba morir. Salvo sí la persona mayor fuese de una residencia privada que sí lograban ser atendidas ¿estamos ante un caso que el hecho de estar en una residencia pública te condena ante la pandemia? Cuando uno valora ambas informaciones te quedas de piedra. Esta mujer que lucía sufrida por las muertes del COVID en su comunidad y su país, resultaba que ella era impulsora de la política contra la vida de los ancianos, realmente cuesta entender. Esta misma señora que exaltaba el entregado trabajo del personal sanitario ante el virus resulta que pasadas las semanas privatiza los servicios de los hospitales a favor de sus amigos y en contra de los sanitarios. Ante dirigentes políticos así me gana la inseguridad y aumenta la sensación de vulnerabilidad, son políticos que enarbolan la muerte.