En busca de la felicidad           

En su libro “Mensaje de la Europa Nórdica”, que describe el estado de bienestar, convivencia democrática y justicia social que los países nórdicos (Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega) iban construyendo, con persistencia y tolerancia, a mediados de la década de los cincuenta, Haya de la Torre incorpora a la teoría y a la praxis política un conjunto de variables políticas, económicas, sociales, éticas y públicas que las sociedades deben ir alcanzando imperiosamente para llegar a la meta suprema de todo ser humano que es la felicidad. Se pueden ver estas reflexiones en todos los artículos, y específicamente, en el artículo en el que el mismo responde su pregunta: “¿Es Suecia un pueblo feliz?”.

Hay, por supuesto, copiosas enunciaciones de lo que es la felicidad. Que yo sepa no hay un indicador universalmente aceptado que pueda medir la felicidad, como se mide, por ejemplo, la pobreza. Puede ser un estado de ánimo que trasluce una satisfacción, lo que condiciona el concepto a lo individual, subjetivo y relativo. Jean Paul Sartre dice que “la felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace”, sentencia que a los psicólogos les encanta y les hipnotiza porque les ayuda a consolidar la correlación que existe entre la autoestima y la felicidad. Dicho de otro modo, la felicidad no depende de cuánto tengas, qué poder tengas o de qué riquezas materiales presumas, sino de quien eres y cómo te sientes frente a ti mismo. Si un zapatero es feliz asistiendo a la iglesia, su felicidad no será tener una cuatro por cuatro de lunas polarizadas. Si un muchacho es feliz siendo hincha de su equipo, su felicidad no consistirá en ser  el dueño del club.

Hay, empero, otra vertiente de la felicidad que no es antagónica a la anterior. Se inicia y termina en el mismo punto, va imbricada a la primera. Esta segunda vertiente es el proyecto de vida que cada uno se trace, cuál será nuestra contribución a la humanidad en el ciclo terrenal que viviremos, estar convencido de lo que creemos, vivir tenazmente nuestra ilusión, cantar a la belleza de los ideales abrazados, alimentar de valores el espíritu, trabajar duro por lo que amamos, y, al igual que Pinky y Cerebro tratar de cambiar el mundo todos los días y cuántas veces sean necesarias. Fracasar e intentarlo otra vez, llorar y reír, tropezar y levantarse, perderse y volver a la ruta. Es, pues, este vivire militare est lo que nos produce la felicidad.

Regresando a Haya de la Torre, y en el marco de lo escrito hasta aquí, puedo decir que un primer gran aporte del creador y fundador del aprismo en esta aproximación a la definición de la felicidad es haber superado el concepto de felicidad como satisfacción individual para llegar a conceptuarlo como un preciado gozo universal, un apreciado empeño nacional, que no puede concebirse sino se tiene una visión de país y no se está inducido y catequizado sobre ella, que no puede imaginarse sin una autoestima colectiva, que no puede accederse sin una planificación del desarrollo, que es impracticable si no se manejan adecuadamente variables complejas que van desde la justicia en la economía, la decencia en la política, la ética en el comportamiento humano, la solidaridad con los más necesitados, la igualdad de género, la defensa del ambiente, todas ellas entrelazadas en un todo que le dan sentido a la existencia humana.

Un segundo gran aporte es que para construir la felicidad es necesario encontrar siempre el punto medio. Los países nórdicos empezaron a cimentar su camino en dirección a ser un  pueblo feliz en medio de una Europa dividida entre el capitalismo de la explotación del hombre por el hombre representado por los Estados Unidos de Norteamérica y la mitad occidental de dicho continente versus el capitalismo de la explotación del hombre por el Estado -como ingeniosamente llamó Haya de la Torre a lo que entonces se denominaba comunismo- representado por la Unión Soviética y la mitad oriental del viejo continente. Cuando esa etapa conflictiva evolucionó en la guerra fría fue para abrumar más a la humanidad en una discusión global sobre coexistencia pacífica mientras las naciones de la OTAN y del Pacto de Varsovia apuntaban sus misiles atómicos de largo alcance, unos a otros y viceversa.

Era lógico que si la historia del hombre es la historia de su búsqueda de la felicidad, la violencia no podía ser la partera de la historia como lo proclamaban los folletos comunistas sino que antitéticamente se convertiría, más bien, en la sepulturera de la historia. Haya de la Torre lo interpretó magistralmente en una de sus conocidas máximas políticas: “Ni con Washington ni con Moscú”. Por tanto, un pueblo que aspirara a ser feliz debía apostar por la interdependencia, y no por la dependencia benevolente o forzada de un imperio ni por la autarquía suicida y absurda. El tiempo le dio la razón, ya que esa interdependencia tiene una de sus expresiones cardinales en el octavo objetivo del milenio de la ONU que postula la instauración de una asociación mundial  para el desarrollo, con énfasis en las necesidades especiales de los países menos adelantados, un orden internacional más justo y equitativo para el progreso de las naciones y de sus pueblos.

Un tercer gran aporte es que la felicidad se consigue con persistencia en el tiempo. Luchar por igualdad de oportunidades para todos, pelear para que tu prójimo tenga y emprenda su proyecto de vida, para que sus hijos transiten rutas libres sin corsés controlistas; para que la gente tenga zapatos, comida, techo, aire puro, afecto, calidez; es una forma de ser feliz y una manera de cooperar para un mundo mejor, un modo de erigir un mundo cada vez más feliz. Quien no lo entienda así, se quedará sólo en el exitismo individualista.

¿Por qué escribo sobre la felicidad?. Pues, porque a partir de hoy miércoles 20 de marzo, por acuerdo de la asamblea general de las  Naciones Unidas se celebrará en todos los países de la tierra el Día Mundial de la Felicidad, ¿no lo sabía?.

1 COMENTARIO

  1. MI APORTE SOBRE LA FELICIDAD, LA FELICIDAD LA DECIDIMOS UNO MISMO, YO QUIERO SER FELIZ Y PUNTO, LA FELICIDAD NO DEPENDE DE LAS PERSONAS, DE LAS COSAS, DEL PAIS DONDE VIVES, PORQUE TODO ESTA EN CONSTANTE CAMBIO, SOY FELIZ PORQUE YO DESEO SER FELIZ, SI MI FELICIDAD DEPENDE DE LAS COSAS, DE LAS PERSONAS Y DEL PAIS DONDE VIVES, ENTOCES MI FELICIDAD SUFRIERA CAMBIOS, Y NO ES ASI, CUANDO UNO DECIDIMOS SER FELIZ EN NUESTRO INTERIOR ESO NO SUFRE CAMBIO.

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