ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
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Hace varios años sostengo que los empresarios de Iquitos no han sabido defender sus intereses. Colocar, por ejemplo, a Marciano Riva Oyarce, como presidente de la Cámara de Comercio de Loreto, fue sino el inicio, la continuación de una serie de errores resumida en una frase: crisis de identidad. Sumado a ello que algunos creyeron que colocar a sus empleados en la Presidencia de la Cámara aseguraba una defensa idónea de la actividad empresarial. Llegados allí por favor no sabían defender algo que nunca apoyaron en construir y, aún haciendo caso a sus mentores, quedaban ellos y la institución sin una defensa efectiva y sostenida.
Qué coincidencia que, años después, un artículo de Tato Barcia, expresidente de la Cámara de Comercio de Loreto, nota esa misma deficiencia en la actual presidenta de la CONFIEP, María Isabel León, quien creyendo hablar en clave y tratando de marcar distancia de algunos empresarios que han entregado dinero a campañas políticas, ha dicho que “hay tres millones 600 mil razones para que algunos empresarios den un paso al costado”. Barcia, en la edición de hoy de este diario, señala que León no es “una empresaria en el estricto sentido de la regla. Es una ejecutiva del rubro de empresas de la educación (IPAE, CNE y otros)”. Lo raro es que esa misma frase se puede aplicar a quienes hoy tratan de desempeñarse como directivos de una institución que, es cierto, nació con dificultades y yerros, pero que adquirió respeto y prestigio por los presidentes que elegía y que eran empresarios en el sentido estricto de la palabra.
No es delito entregar dinero a las campañas de los candidatos que uno quiere apoyar. Hay algunos que inclusive entregan a más de un candidato. Puede ser un problema moral, si quieren. Pero ya sabemos quiénes se consideran los ejemplos de moral y cómo terminan. Está bien que los empresarios financien las campañas. Lo malo es que quieren esconder sus intereses y cuando se ven acorralados, tratan de mostrase como lo que no son y se hunden más. El ejemplo de Dionisio Romero y los demás que desfilaron en las últimas semanas por el Ministerio Público demuestra lo asustados que están los empresarios y que la inteligencia no necesariamente se adquiere junto con el dinero.
En Lima también hay esta crisis de identidad. Por eso es que Dionisio Romero ha sido incapaz de salir a dar la cara en los medios luego de su admisión de aportante de la campaña de Keiko en el 2011. Por eso es que ha tenido que ser su abogado defensor, José Ugaz, quien exponiéndose a todo concedió entrevistas donde ambos terminaron mal parados. Un empresario defiende mejor a su empresa. Por lo menos ante la opinión pública. En los tribunales es otra cosa. Un empresario tiene que aprender no sólo a acumular riqueza sino a manejarse con destreza en todos los campos. Si ya hacer empresa en Perú es difícil y riesgoso, no se entiende que quien ha triunfado en ese campo tenga temor de mostrarse ante la opinión pública.
La señora León, como bien dice Barcia, “fue elegida para defender su institución y no para atacar a los empresarios que han apoyado a diferentes candidatos en elecciones realizadas igualmente en distintos tiempos y, sobre todo, haberlos tratado indebidamente de corruptos, produciendo más inestabilidad y desconcierto al interior y exterior del gremio”. Culpa no es de ella sino de quienes la pusieron ahí. Es decir, los mismos empresarios.
Después de Marciano Riva, en la década del 90, le sucedieron en el cargo gente como Juan Carlos del Aguila y otros. Por lo menos estos dos nombrados no tienen los elementos básicos para ser considerados empresarios. Después de ser presidentes de la Cámara ya se sabe el camino que eligieron y demuestra lo aquí dicho. Hoy, imagínense, intenta por enésima vez llegar a la Directiva de la Cámara, un personaje que habiéndose formado como médico cree que ser empresario es alquilar locales para la francachela. Por favor. Mejor que se queden los actuales directivos que no son empresarios en el sentido estricto del término, pero algo habrán aprendido de quienes les antecedieron en los rubros donde se manejan.
Ojalá que los empresarios se animen a elegir desde sus fueron se animen a elegir bien a quienes les deben representar. Para eso tendrán que sortear las dificultades que provoca la existencia de empresas que no tienen su sede principal en la zona y por eso tienen como representantes a empleados y no empresarios. Es hora que los empresarios se unan en un programa mínimo. Que sean conscientes que unirse es una necesidad, más que un deseo. Soy escéptico en eso, claro que sí. Baste ver al rubro de los empresarios dedicados al turismo -donde algunos creen que la división hace la fuerza- para comprobar el infantilismo con que algunos ven el desarrollo. Esta crisis de identidad sólo será superada cuando los empresarios vuelvan a elegir como representante a un empresario. Ya hubo intentos, que fracasaron en el camino. Porque el paso siguiente era que el empresario tenga un manejo mediático.