Primer acto: La alianza MIRA-Mi Loreto. ¿Se acuerdan de la fallida alianza entre los grupos que lideran Jorge Monasí y Elisbán Ochoa? Pues cuando se presentaron en sociedad acompañados de los candidatos distritales, entre los que se encontraba Joel Parimango quien finalmente fue retirado del grupo, todo era risas y abrazos. Pocos meses después ante la evidencia y los plazos que se cumplen los voceros de ambos grupos tuvieron que admitir que la alianza no era más que un acuerdo verbal porque el ente electoral no admitió la inscripción por dejadez que ya mostraban no sólo para las cosas formales sino también para las informales. Pero como eso no ponía en riesgo la participación en las elecciones nadie reparó en la negligencia e ineptitud de quienes acompañan este proyecto político.

Segundo acto: El alquiler de un canal de televisión. El dueño de la señal televisiva en la frecuencia llamada “Selva TV”, Gino  del Aguila, ha dicho en todos los tonos que alquiló toda la programación “a la gente de Elisbán”. Esa gente de Elisbán no es un invento etéreo y fantasmal. Gino sabe de quiénes se trata y los que estamos metidos en medios también. No se necesita evidencias porque la hediondez se huele a varias cuadras a la redonda. Desde que Elisbán alquiló ese canal el proselitismo excluyente hacia su candidatura ha sido la versión corregida y aumentada de inquilinos anteriores. Ese alquiler ha provocado la partida de quienes son periodistas y, por lo tanto, creen en la pluralidad y no la imposición. Más allá de los miles de soles que se gasta en ello está la práctica terrible que autoriza Elisbán, es decir su idea de la función de los medios de comunicación. Esa práctica ha hecho daño a gobernantes, políticos y periodistas. Tanto periodistas, políticos y gobernantes deberían dejar esas prácticas si es que en verdad quieren un Loreto mejor. Es evidente qué es lo que quiere Elisbán.

Tercer (y penúltimo) acto: Exclusión de Mi Loreto y acuerdo con Restauración. Advertidos de la ineficiencia de quienes tienen a su cargo el manejo del partido e informados que no podrán participar con el logo el arbolito en las elecciones, el profesor Elisbán Ochoa y todos sus mediocres colaboradores (alguien dijo que todo mediocre se junta de gente de similar condición) se empeñaron en buscar “un vientre de alquiler”. No lo hicieron en los movimientos regionales (vaya idea de centralismo que tienen) sino en los nacionales. No lo hicieron respetando las instancias regionales. Saltaron la garrocha y llegaron a un acuerdo con Humberto Lay, dueño de Restauración Nacional. Ni ellos ni el pastor se preocupan en mostrarse democráticos porque no lo son. Nadie sabe de qué se trata ese acuerdo informal. Claro, es la política de la informalidad. Y, como hay en todo grupo, los borregos de siempre se han apresurado a aplaudir esa reagrupación y lanzar teorías descabelladas contra quienes se han atrevido a cuestionar ese comportamiento. Ninguna autocrítica pública y, como en todas las acciones de los últimos años, nadie admite el error y buscan culpables en otras orillas.

Si así responden ante sus propias ineficiencias y negligencias ya sabemos cómo lo harán si en alguna oportunidad logran convertirse en gobierno. Para quienes creíamos que la forma de hacer política había cambiado con Elisbán Ochoa en este proceso debemos empezar admitiendo la equivocación. ¿Está a tiempo de enmendar rumbos? Claro que sí. Para ello tendrá que cambiar él mismo y varios de sus acompañantes.