EL ZARPAZO DE LOS ILEGALES

En este país la camarilla oportunista y letal tiene su ámbito. Suele tomar el poder de cualquier entidad sin respetar nada, sin fijarse en la ley establecida. Luego, para consolidarse o para medrar, acude al despido de los que le son hostiles, de los que no comulgan con sus mañas. Ello viene ocurriendo en el Instituto de Investigaciones de la Amazonía  Peruana. La gestión ilegal,  comandada  por el inubicable señor Reátegui y secundada por los que se callaron y se callan en todos los idiomas, acaba de despedir a un importante contingente de investigadores de esa entidad. Lo grave del asunto es que esa arbitrariedad,  ese abuso, ese suicidio, decapita de un zarpazo a la institución, puesto que lo priva de un grupo idóneo, capaz, con experiencia y conocimiento y, sobre todo, con trabajos notables en sus áreas, que ha laborado allí desde 10 ó 12 ó 16 ó más años.

El despido masivo es un zarpazo de una camarilla que todavía nadie reconoció oficialmente. Es la vieja modalidad de acabar con los otros, para luego poner a los partidarios. Ello sin importar las consecuencias de ese recambio. Ese es ahora el precio de una sociedad débil, fragmentada, sin representantes cabales, que calló ante el hecho doloso. La camarilla de ilegales tomó el IIAP a la mala, violando su propia legalidad y luego de algunas protestas vino el silencio. Ningún colectivo, ningún gremio, ningún político, ningún partido, ningún periodista se refirió luego al hecho. Como si nada grave estuviera pasando, los que debieron decir algo, se hicieron los locos.

El zarpazo de los ilegales del IIAP marca una frontera. Ese despido es, legalmente, un hecho nulo que en su momento tiene que ser revertido. Pero eso no vendrá del quinto o séptimo cielo. Esa sociedad apática, permisible, amiga del delito, tiene que poner sus bigotes y barbas y sesos en remojo sanitario. Los que dicen ser sus representantes, sus voceros, tienen que hacer algo y mucho para acabar con esa camarilla que puede hacer cosas peores.