Entre gallos, gallinas y medianoche, bajo el amparo del silencio y sin el debate correspondiente y necesario, el mediocre Congreso actual logró dar el zarpazo contra la prensa. Desde hace tiempo, desde que comenzó a funcionar ese recinto desprestigiado, diferentes bancadas tenían en la mira a la prensa opositora. Entonces surgieron rumores de restricciones, dispositivos o leyes para acabar con la libertad de prensa en el Perú. Diversas razones impidieron el zarpazo letal. En el presente, silenciada la protesta contra los curules, decididos a quedarse hasta el 2026, un parlamentario logró que su censura pasara al pleno sin mayores trámites ni restricciones. El mismo es el señor Segundo Montalvo, miembro de la bancada de Perú Libre.

La filiación partidaria de ese parlamentario nos lleva entonces al desastroso gobierno de Pedro Castillo. Desde el inicio el mencionado tuvo bronca al ejercicio del periodismo, tanto que nunca daba entrevistas y casi siempre se quejaba de las críticas a su pésima gestión. En un acto abusivo quitó la publicidad a algunos medios y se sospechaba que su gobierno algo tramaba contra el periodismo. Ahora sabemos que pese a la salida de Castillo la intención sigue vigente. La ley congresal aumenta de 2 a 4 años la prisión por el delito de difamación. No se refiere específicamente al ejercicio del periodismo, pero en verdad es un atentado contra la prensa que hace investigación para detectar los casos de corrupción.

En el acutal Congreso de marras existe un consenso contra el ejercicio de la libertad de prensa, pues 68 parlamentarios, de diferentes credos y bancadas, votaron a favor de esa evidente censura. Es decir, la mayoría de los actuales congresistas están a favor del endurecimiento de la pena contra los periodistas con el revenido cuento de la difamación. El recurso de los barrotes de la cárcel espera a cualquier periodista que se atreva a escarbar en las entrañas de este régimen. Al fin el presente Congreso ha logrado esgrimir el zarpazo que podría ampliarse y extenderse como una muestra más del atentado a la libertad de expresión en el convulso Perú del presente. El zarpazo de la mordaza congresal es apenas una muestra de una vieja lucha entre la prensa y el poder. Una historia interesante podría escribirse con los personajes y los hechos que destacaron en esa prolongada campaña. Pero lo que ahora cuenta es el peligro del ejercicio del periodismo.

Es cierto que en el Perú de hoy existe cierto periodismo exagerado, grosero, abusivo, que apela a la grita y al insulto y no al argumento o la prueba. Es cierto que alguna oposición se desborda en agravios, pero eso no puede ser motivo para que se apruebe una ley que puede agarrar a justos y pecadores. El aumento de la pena carcelaria por difamación es un cuento que pretende ocultar la censura del poder o de los poderes a los medios que realizan labores de investigación. Allí está la madre del cordero y ese paso podría ser el inicio de otras leyes que limitarían aun más el ejercicio del periodismo en nuestro país.

El zarpazo de la censura al periodismo arriba en un mal momento, en el instante en que el Perú es cuestionado oficialmente por su falta de respeto a los derechos humanos. Eso quiere decir que los congresales han calculado mal y con esa ley lo único que harán es seguir deteriorando la imagen internacional del país. A nivel nacional queda ahora el combate contra una medida abusiva que pretende defender a los sinvergüenzas y corruptos. La batalla entre prensa y poder ha vuelto a comenzar, y esperamos que los derrotados a la postre sean esos 68 parlamentarios inútiles y auspiciadores del zarpazo de la vergonzante mordaza.