Es posible que ni el catador más eximio de licores de marca o adulterados pudo adivinar que un novedoso licor selvático iba a romper el mercado nacional tomado por la espumeante cerveza, el pisco raro, el ron abaratado, el aguardiente con agua y el célebre chichurrín. En todo el Iquitos espirituoso y chupamedias, domina ahora el alto consumo de ese trago que surgió de la sedienta inventiva local, ávida siempre de encontrar nuevas sustancias, otros elixires, para pasarla bien y, de paso, no ver la triste realidad de todos los días y las noches.
En la expansión internacional de dicho preparado explosivo, se tiene programado la presentación a fin de año, en la Feria Internacional del Trago de Berlín, nuevo caserío ubicado arriba del río Mishagua, del primer envase de ese preparado letal que tiene un bajo nivel de alcohol, pero que es suficiente para loquear hasta a la cabeza más dura y resistente. El envase es una bolsa de plástico de curichi adaptado a lo corrosivo del licor iquiteño cuya mayor acierto es que fulmina al que bebe un solo trago. De acuerdo a los estudios de mercado, ese envase será decisivo en el crecimiento universal de ese producto bandera inventado en la soledad de las cuatro esquinas, en las noches tras las frías rejas.
En la memoria de la ciudad corría aquel año del 2014 cuando en la feria de las artesanías de los presos, apareció ese licor. En los ambientes del poder judicial apareció con un nombre un tanto refractario al preciado don de la libertad individual y colectiva, chicha canera. Sesudos publicitas, melenudos mercadistas, decidieron reinventarlo para ganar a los chupadores y así apareció la caña canera, nombre que viene del vaso con cerveza español y del lugar seguro donde se inventó semejante pócima. Esta demás decir, que ese elixir es lo único que se produce en Iquitos.