El trasvase oculto
La cantada y anunciada derogatoria de la Ley Corina debería llenarnos del espíritu parrandero, cervecero o banquetero, formas primitivas de celebrar que tenemos tantos. Pero en verdad no tenemos ánimo de nada. Ni de salir a patear latas o de asistir a tantos desmanes chinescos. Porque en este Iquitos de alcantarilla hay un terrible problema eterno. Una brutal carencia perpetua. Desde hace tres días no hay agua potable en varios lugares de la ciudad. No hay el líquido indispensable y no pasa nada. No hay ni como cocinar o lavar o bañarse, como si se hubiera hecho el trasvase del Amazonas, del Marañón, del Huallaga, del Ucayali, del Potro, del Momón, del río revuelto de la calle Putumayo, del sucio lago de Morona.
El infierno son los otros, desde luego y por supuesto. Pero también nosotros, sin ninguna duda. Y nuestro averno de siempre, preparado acá y no por enemigos centralistas u ogros costeños, es vivir dentro de tantas aguas y crecientes y lluvias y carecer de agua potable. Justamente. El trasvase de esa riqueza es entonces anterior al intento de Alan García. Es una operación oculta, secreta, escondida, que nos priva de disfrutar de unos de los bienes más abundantes que tenemos. Somos de agua y no podemos beberla siempre.
La sed, material y espiritual, nos podría desaparecer de la tierra rodeados de continentes de agua. El Amazonas compite en la lid de las maravillas terrestres, pero no hay agua en varios lugares de esta ciudad. ¿Qué cruel ironía nos fundó para padecer tamaña contradicción fluvial? ¿Qué defecto básico, de entrada, nos ha traumatizado para no decir nada ni hacer nada ante las clamorosas deficiencias de los servicios, entre los cuales está el agua? Nos parece muy bien luchar contra el abuso de los forasteros. Pero no estaría mal insistir en un gallardo colectivo que combata a favor de un buen servicio potable que nos devuelva el agua nuestra de cada generación, de cada día.
Bien dicho. Los loretanos estàn innundados de agua ¿pero de què les sirve?, de nada, si su ineptitud les impide no tener agua ni para beber, y en el colmo del egoismo, se oponen a que parte del agua que ellos no saben ni pueden utilizarla, se derive a la costa, a esa costa que produce toda la verdura, la menestra, la fruta que los loretanos consumen, porque la gente que allì vive no produce nada de lo que consume, y si algo de allì consumen es porque la pròdiga naturaleza lo produce en estado silvestre.
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