En desbordante ceremonia, que contó con su orquesta folclórica y su infaltable brindis con licor local, los cuatro alcaldes de la convulsa provincia de Maynas entregaron uniformes y objetos a los flamantes miembros del nuevo serenazgo. El mismo es el más abundante y nutrido colectivo de hombres y mujeres decididos a todo para acabar con la inseguridad ciudadana. En realidad, se trata de casi todos los moradores de ambos sexos de la jurisdicción maynense que han decidido poner el hombre, entregar su grano de tierra o de arena, para que se acaben de una vez para siempre los asaltos y los robos. Todo para tener por fin una ciudad donde reina la paz y la concordia.
En jornadas que duraron dos meses y medio las autoridades ediles de la provincia, después de los encendidos y sustanciosos discursos, entregaron a los nuevos serenos polos, pantalones, zapatos, correas, chalecos, prendas de cabeza, porta varas, polacas y sendas pistolas con sus respectivas cacerinas. Los flamantes serenos, después de improvisar más discursos patrióticos y violentistas, se sacaron sus prendas normales y se pusieron las prendas que les habían entregado. De esa manera, con ese simple cambio de ropa, todos y todas quedaron expeditos para desempeñar sus nuevas funciones que en el fondo es una cruzada cívica, porque nadie de ellos cobra un solo céntimo por hacer su servicio de vigilancia.
Es común ahora en la provincia ver a personas uniformadas por todas partes. Ellos y ellas son parte del serenazgo colectivo, comunitario, que espera desterrar la delincuencia en el término de la distancia. La uniformización de la sociedad ha tenido serias críticas de parte de sectores que no dejan de rajar a las dignas autoridades. Pero se espera que ahora sí los ladrones y amigos de lo ajeno piensen dos veces antes de cometer sus delitos. Se espera, por otra parte, que con la nueva modalidad de serenazgo no aumenten los robos y asaltos.