En reiteradas procesiones callejeras se encuentran en estos tiempos los moradores de Iquitos. Alineados en largas filas, golpeando porongos y bidones, y flagelándose sin piedad con cinturones de cuero de vaca marina, salen todos los días y las noches como un vendaval indetenible. Agotadas las súplicas, las peticiones, a la empresa encargada de no dar el servicio de agua, han decidido salir a la intemperie a clamar al cielo para que permita la caída de la lluvia. Esa agua que viene de arriba es la única solución que han encontrado luego de fracasar haciendo pozos artesianos.
Los penitentes piden al cielo que deje caer una lluvia torrencial y de una semana de duración para que puedan reunir la mayor cantidad de agua natural. No tienen ninguna esperanza de que la empresa mejore el servicio y han decidido dejar de pagar mensualmente por un servicio que no reciben. El agua de lluvia es gratis, todavía, y en los rostros se contempla la ilusión de acceder al líquido elemento luego de haber vivido durante años en una sequía infame. Mientras eso ocurre en las calles de Iquitos, los directivos de Seda-Loreto lanzas comunicados sobre racionamientos o cortes y culpan a la sequía de conspirar contra un buen servicio a los pobres usuarios. .
Los pobres usuarios, cansados de vivir en una ciudad sin agua, ya no hacen caso de esos comunicados pues han perdido la fe que fortalece y siguen suplicando al sordo cielo que traiga un diluvio para llenar todos sus envases hasta siempre jamás. El peregrinaje de los penitentes parece que no terminará nunca debido a que la empresa no da señales de querer mejorar el servicio y debido a que la lluvia pedida tampoco tiene huellas de caer desde el cielo. Así las cosas la situación acuática de Iquitos atraviesa por un momento crucial. ¿Qué ocurrirá en los días venideros con la anhelada lluvia?