SOBRE LA NUEVA NOVELA AMAZÓNICA
JORGE NÁJAR.
París, enero de 2024.
UNO:
En la abundancia de publicaciones sobre el período cauchero, no había leído nunca antes nada semejante. Estamos ante una novela en la que se entrelaza la tragedia amazónica con la historia de la violencia en el Perú ejercida entre peruanos contra los pueblos del interior del país y contra los sectores marginales de las urbes. Violencia entre peruanos. Pero el aporte de Gerald Rodríguez Noriega (Iquitos, 1984) posee el mérito añadido de diseñar la trama y los colores de un manto que viene desde las primeras entradas coloniales hasta las últimas secuelas de la violencia terrorista.
No se contenta con el costumbrismo. Ni con detenerse en el paisajismo o en los lugares comunes del contraste entre campo/ciudad. En El país de los errantes (Tierra Nueva, Iquitos, 2022),estamos en un largometraje sobre la epopeya de los pueblos amazónicos. Podría incluso decir que estamos ante una serie cinematográfica sobre todos y cada uno de los personajes que nutren las entrañas de esta muy bien concebida máquina de ficción. Sin por eso minimizar su entramado con el necesario reportaje a la historia ni con los recursos de la imaginación nutrida en la palabra popular, en los mitos y leyendas amazónicos.
La materia central de esta palabra, de la organización y entramado, es el Universo Kukama, etnia extendida en las cuencas de los ríos Marañón, Tigre y Huallaga, en las provincias de Alto Amazonas, Requena y Loreto de la región del mismo nombre.
No obstante, la fusión de los tiempos, escenarios y personajes hacen que El país de los errantes trascienda las marcas de una novela más sobre la explotación cauchera. Es mucho más que una historia del caucho. Es también el análisis del rol del periodismo en medio de ese pandemonio. Es mucho más. Es una verdadera obra de arte en la que el lector consigue visualizar la confrontación de estrategias entre la prepotencia de los agentes políticos-administrativos y las responsabilidades de periodistas de la talla de Benjamín Saldaña y de la jurista Miguelina Acosta, personajes reales de inicios del siglo XX, los primeros que denunciaron las masacres de El Putumayo.
DOS:
Sin prisas. Comencemos por el principio. De entrada estamos a mediados del siglo XVI leyendo el informe de Juan Pérez de Guevara a propósito del levantamiento del indio Viramizú “contra Dios y su Majestad”. Año 1561. En esta estancia, el lenguaje del informe, basado en declaraciones del indio Jumandi a Diego Suárez de Figueroa, imita las fórmulas y la retórica del siglo XVI, al tiempo que da cuenta de las revueltas organizadas por el indígena Viramizú (1560) contra los colonizadores. Pero al mismo tiempo visualiza los castigos ejemplares recibidos por los sublevados, la fuga del caudillo y su desaparición dentro de las aguas prometiendo su resurrección entre los suyos.
El informe contra Viramizú, según el “documento” aludido, fue redactados en Santiago de los Ocho Valles de Moyobamba, el 23 de enero de 1561.
A partir de ese elemento histórico el lector asiste a la espectacular resurrección de Viramizú en medio del territorio Kukama y al despliegue de todas sus habilidades en pos de la reconstitución de La Tierra sin Mal, el ideal, el sueño, el mito engendrado por el pueblo Kukama para sobrevivir a los estragos de la historia.
Estamos a inicios del siglo XX. Bajo los efectos alucinogénicos del Ayahuasca, una voz omnisciente relata sus visiones de la resurrección de Viramizú. A partir de este elemento podemos decir que estamos ante una pieza de antología de lo que ahora se conoce como literatura fantástica.
Con todo ese material Gerald Rodríguez consigue organizar y poner en marcha una gran maquinaria de fusión de acontecimientos históricos, antropológicos y geográficos con escenarios, historias de vidas y desarrollo de pasiones de naturaleza varias. Estamos ante la fusión de los distintos tiempos de los múltiples acontecimientos que en la novela convergen. La fusión geográfica. La fusión cultural.
Y el lector que se confronta con todo eso, de pronto, ingresa a otro mundo: el mundo de la ficción engendrado por la efervescencia verbal.
TRES:
La vida de los héroes y otros protagonistas que se agitan dentro de todo ello servirá de lámparas para abrirse camino en la fronda. El conjunto de tragedias y miserias de la vida cotidiana de LOS ERRANTES en la travesía a lo largo y ancho del país es el cañamazo en el que convergen las vidas de los protagonistas de la novela. ¿Por qué cruzan todos los andes en una carromato destartalado? Es el eje principal que nos lleva a desenlaces alucinados, en el caso de los funerales de J. C. Arana. Y es también materia de reflexión en sus días finales del periodista Benjamín Saldaña y su admiración por Las horas de lucha de Manuel González Prada.
En el cañamazo aludido, también convergen las mutaciones de Viramizú y su anclaje en el Universo Kukama. Y el caso de la heroica MAGDA y su relación con el terrorismo senderista y con la saga de los Arana. A ello se suma la del indio Aymena, convertido en abogado en las mejores universidades europeas gracias a la “generosidad” de J. C. Arana, degenerado posteriormente en brujo. Así como la vida y tragedia de León Ramos, becado en la Cuba de Fidel, convertido luego en revolucionario de los años 60 y finalmente en un inválido de esa guerra.
La historia y drama de Pinchera, el indio asesino al servicio de Arana, es en sí toda una novela sobre las complicidades de los mismos indígenas en favor de los patrones. Indios criminales de sus propios congéneres.
Kaimina, la india codiciada por todos los patroncitos tanto por su belleza como por ser infértil y por tanto presa de violaciones sin el riesgo de dejar descendencia.
Y en el fondo de todo aparecen, en dosificaciones de un gran estratega, las vidas y pasiones de Miguelina Acosta y Benjamín Saldaña, los periodistas convertidos en los verdaderos motores de la intriga dentro de toda esta maquinaria.
Estamos ante una novela fuera de serie, que consigue fusionar los entresijos del genocidio cauchero desatado por los cholos peruanos contra los indígenas amazónicos– y los estragos de la guerra desatada por el terrorismo senderista contra la sociedad peruana.