[Escrito por: Gerald Rodríguez. N].
Para muchos estudiosos y expresionistas artísticos, el indio peruano y amazónico es triste, su labor de esclavo es lo más resaltante en la historia del Perú del virreinato y de un pedazo del Perú republicano, donde se creía que el indio no tenía alma, que la piel de indio no costaba caro y que se le hacía un favor al tenerle en las haciendas como peones porque se le estaba civilizando. Entonces el indio era visto como animal en la floresta, ser sin el sentido de la vida cristiana por la cual habría de meterle la religión mediante el sometimiento al imperio español, labor primordial de los dominicos y jesuitas en los primeros año de evangelización. Pero la parte más atractiva del antiguo Perú era el norte del cuzco, el oriente, esa zona verde de donde el linaje de emperadores incas volvían sin triunfo por que no podían con aquellos hombres inconquistables, astutos, conocedores al dedillo del arte de la guerras de guerrillas y que los incas terminaban por apreciar su valentía y seguir con el anhelo de que algún día podría conquistar a los hombres de aquella selva casi impenetrable.
El chamán, hombre temido y apreciado por sus conocimientos en todas las culturas amazónicas, jugó un papel importantísimo en la rebeliones de los nativistas que querían zafarse del yugo de los españoles que les sometían a trabajos de campo y de tejidos de ropa que los españoles usaban y que esos productos también lo llevaban a comercializarlos en las ciudad de los reyes, productos de todo una semana de trabajo, además de la vejaciones por la lentitud en la producción. Cansados de esto, aparecieron las primeras rebeliones que habían terminado debeladas por haber sido de unos cuantos y que no contaban con conexión a otros pueblos.
Entonces por los primeros días del mes de Noviembre de 1579, Beto y Guami, dos chamanes famosos entre las poblaciones que rodeaban la ciudad de Quijo, emprendieron la rebelión más notable escrita por los cronistas españoles en la zona de los Quijos, perteneciente a la jurisdicción de Quito (actual Ecuador). Después de un largo trabajo de conexión con otros pueblos, además que los dos chamanes hayan permanecido cinco días en estado de trance para recibir órdenes del Dios de los españoles, decidieron acabar con sus conquistadores. Beto fue enviado a destruir la ciudad de Archidona, Guami encabezó el grupo que se dirigió a la ciudad de Ávila, mientras que otros deberían permanecer en las plazas para enviar mensajeros. Entonces entraron a las calles de Ávila con lluvias de dardos, mientras que los sirvientes indígenas se encargaban de victimar a sus amos. La iglesia y las casas fueron incendiadas, siendo un saldo de 96 españoles muertos. Beto había hecho lo mismo en Archidona, durando tres días y tres noches la matanza. Pero el plato tenía que repetirse y decidieron ir a Quito y Baeza, siendo recibidos por 300 españoles donde fueron reprimidos, siendo los dos chamanes ahorcados y los demás indios, que guardaban espera en las comunas rebeldes, muertos, acabando con la rebelión y con la vida de más de 5 000 indígenas en castigo por la sublevación.