La ilusión de una posible República Amazónica fue una de las primeras manifestaciones para acabar con el centralismo. La frase surgió en Iquitos en momentos en que los gobiernos de todo origen mantenían una red de partidarios para dirigir los cargos públicos. Era una avalancha que conspiraba contra los legítimos intereses locales. La urbe de entonces, la región de aquel tiempo, estaba en las desacertadas manos de los regímenes que no habían acabado con la actitud de los virreyes. El porvenir estaba en la emancipación y la fundación de otro país dentro del mismo país. Pero la República Amazónica no dejó de ser un simple deseo o un desahogo de la desesperación de aquellos años agobiantes. El federalismo, palabra que se puso en boga por aquel tiempo, pronto se convirtió en la esperanza de redención.
La esperanza aumentó cuando el candidato a la presidencia, Nicolás de Pierola, incorporó la promesa de federalizar al Perú en su programa de futuro gobierno. En la Amazonía, en Iquitos sobre todo, prendió la promesa de El Califa como una posibilidad de cambiar las cosas. No se gestó un movimiento federalista, no hubo un programa desde la periferia, sino que cada uno por su lado se contentó con soñar con un país federalizado. Una vez elegido como Presidente de la República Nicolás de Piérola el pueblo salió a las calles a mostrar su adhesión al nuevo mandatario.
En el fervor de la marcha, en el tumulto de las ilusiones compartidas, surgió la idea de fundar en Iquitos el primer Estado Federal. Es decir, esa nueva demarcación, estalló en la intemperie de las arterias urbanas. Surgió espontáneamente, apareció como un estallido de las gentes anónimas. Era el 2 de mayo de 1896. Ese impulso inicial, esa iniciativa vital, es lo más interesante de ese momento. Lo que vino después desvirtuó, como tantas gestas anteriores y posteriores, el sueño federal. El montón oscuro y formidable buscó al líder para que implantara la nueva demarcación. Todos creían que Nicolás de Piérola iba a estar de acuerdo con ese flamante Estado. Además, no había que exigirle la federalización sino simplemente que cumpla su promesa. Esa exigencia tuvo nombres propios.
Los manifestantes que decidieron adelantar los relojes del mandatario eligieron a Ricardo Seminario y José Madueño como líderes de ese Estado inaugural. Ambos también pensaron que Piérola iba a darles su apoyo. A partir de ese momento los acontecimientos se precipitaron. Estallaron proclamas y declaraciones valientes. Hubo reuniones y se estableció una estructura del nuevo gobierno. Se estableció una Secretaría General, Secretaría de Guerra y Comandancia General, Secretaría de Gobierno y Obras Públicas y Colonización, Secretaría de Justicia e Instrucción y Secretaría de Hacienda y Comercio. La estructura del nuevo Estado llamado Loreto estaba a punto de estrenarse.
En una ceremonia pública, el 8 de mayo, se juró en Iquitos un documento jurídico de vital importancia conocido como Constitución del Estado Federal. El documento tenía carácter provisorio e incluía 14 artículos:
Artículo Primero. El Estado de Loreto es parte integrante de la República del Perú.
Artículo Segundo. Mientras la República adopte la forma de Gobierno Federal, Loreto ejercerá sus poderes y derechos como Estado.
Artículo Tercero. Las relaciones entre el Estado de Loreto y el Gobierno de la República serán conforme a la situación que se ha creado.
Artículo Cuarto. Los límites del nuevo Estado son los mismos que tenía el departamento de Loreto.
Artículo Quinto. El Estado de Loreto queda dividido en cinco prefecturas y son Alto y Bajo Amazonas, Huallaga, Moyobamba y San Martín.
Artículo Seis. La capital del Estado será Iquitos.
Artículo Siete. Los derechos y garantías serán los mismos que otorga la Constitución del Perú.
Artículo Ocho. Los poderes públicos serán tres: Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
Artículo nueve. La Asamblea Constituyente dará la debida organización al Poder Legislativo.
Artículo Diez. El Poder Ejecutivo se compone de un Gobernador Provisional y cuatro Secretarios de Estado, en ese orden: de Obras Públicas y colonización, de Justicia e Instrucción Pública, de Hacienda y Comercio y de Guerra y Marina.
Artículo Once. El gobierno nombrará a los prefectos con el Consejo de los Secretarios.
Artículo doce. El Poder Judicial conservará la forma que hoy tiene.
Artículo Trece. Las autoridades municipales continuarán funcionando hasta nueva resolución.
Artículo Catorce. El gobierno asume las funciones de las Juntas Departamentales.
Después los líderes del movimiento federalista enviaron a militares armados a diferentes lugares de la inmensa maraña para expandir y explicar las razones de la nueva demarcación política. Todos esperaban que El califa apoyara el adelanto de los relojes de la historia nacional. Nicolás de Piérola consideró que los repentinos federalistas eran traidores a la patria. Allí comenzó otra historia. La historia del develamiento de lo que se consideraba como una insurrección que nació en Iquitos. Una brutal campaña periodística se desató contra los amazónicos en general. De diferentes partes del país surgieron voces y plumas que satanizaron ese movimiento quedando para siempre, acaso, el mote de separatistas. De federalistas exigentes para que un político cumpla su palabra pasamos a ser vistos y tratados, maltratados, como separatistas.
El gobierno de Nicolás de Piérola, luego de discusiones, intercambio de ideas y postergaciones ineludibles, decidió enviar cuatro expediciones. La primera expedición terrestre, dirigida por el coronel Fabián Merino, partió por Cajamarca y Chachapoyas. La segunda expedición terrestre, comandada por el coronel Eduardo Yessup partió hacia la Selva Alta y se extravió al final de su sinuoso recorrido y nunca llegó al destino final para desbaratar la supuesta insubordinación. La expedición marítima, al mando del coronel Juan Ibarra partió de Lima hacia Mollendo para luego seguir una ruta descomunal que le hizo demorar seis meses para arribar a Iquitos. Cuando la represión arribó a la urbe oriental el movimiento federalista había cesado sin pena ni gloria. ¿Qué había pasado para que un movimiento con un objetivo trascendental se diluyera de una manera tan pacífica?
Ocurrió que los líderes del movimiento federalista, Ricardo Seminario y Aramburú y José Madueño, decidieron detener todo y renunciaron a sus cargos. Se marcharon de Iquitos. Las fuerzas armadas federales fueron desactivadas, se organizó incluso una ceremonia de entrega de armas y hasta un banquete celebrando la derrota. Todo estaba en calma cuando arribaron los gobiernistas. El coronel Emilio Vizcarra fue nombrado prefecto. El coronel Ibarra asumió el mando del departamento como comisionado y dictó disposiciones de todo tipo, intentó poner en práctica reformas e investigó los hechos recientes. Para el retorno a Lima del vapor Constitución Ibarra se vio obligado a pedir colaboración voluntaria a los comerciantes, cerrándose así un capítulo más de nuestra historia regional. Los mismos que habían apoyado la federalización se convertían en financistas de lo contrario sin entrar en contradicciones. Todo había cambiado para que nada cambie.
Los líderes del movimiento federalista acabaron sus días expatriados. José Madueño ancló en Barcelona donde editó un periódico desde donde defendió a capa y espada el credo federal. La valentía del escritorio que se expresaba en el abandono del territorio. Ricardo Seminario vivió algunos años en Brasil y luego emigró a Cuba, donde participó en las jornadas de emancipación de ese país caribeño del poder español. Así se extinguió la ilusión federal loretana. Han pasado más de 120 años de ese instante histórico y hoy nadie piensa en el federalismo como receta para salir de nuestro atraso y subdesarrollo. Nuestra lejanía de la Costa hizo que el estallido ni siquiera provoque el envío inmediato de develadores. Tardaron en llegar y cuando lo hicieron ya nadie hablaba del federalismo. Es más, los líderes de esa gesta estaban fuera de Loreto, en el extranjero, fugados sin ser perseguidos. Una manera nada valiente de abandonar el barco. Ese primer grito federal no prosperó porque ese año de 1898 tuvimos en Presidente de la República que ofreció la federalización y llegado al poder lo que hizo es combatir a quienes propiciaban el cumplimiento de la promesa. No sólo eso, sino que los líderes viéndose derrotados, celebraron la derrota y, fiesteros como somos, se hizo una parranda de la misma. Y nos fuimos a bailar a otra parte con Loreto Federal.