El mensaje del parque

La Vía  Nova no era una calle cualquiera. Construida  en Roma por el emperador Caracalla, a comienzos del siglo III, era una arteria amplia y fortificada que conducía al imponente edificio termal, donde la letrina ocupaba un lugar fundamental. Letrina y ciudad eran espacios complementarios, debido no solo a la cantidad de vagos que pululaban entonces, sino a la necesidad de compartir un ámbito público, de todos.  Si el visionario Caracalla gobernaría ahora la vasta región Loreto no ocurriría lo que viene ocurriendo  con el llamado parque de Quistococha.  En ese lugar, pretendidamente turístico, supuestamente emblemático, no hay letrinas decorosas y dignas de  seres humanos.

Entonces, mal que nos pese,  no puede haber turismo allí, ni local, ni nacional, ni internacional, ni galáctico. Ni nada. Las dichosas letrinas han sido solicitadas hace una eternidad, antes de que el tremendo Amazonas se convirtiera  en una de las maravillas naturales de la tierra. Pero hasta ahora no existen ni en pintura. Brillan por su ausencia, si es que eso es posible. La ecuación de la incompetencia local es simple: si las autoridades no pueden construir letrinas,  cómo van a dotar de la requerida infraestructura a esa zona. Ni como. Ni con la ayuda del poderoso San Blando, el guía espiritual de esta región de gestas inconclusas, de cosas a medio hacer o nunca hechas. 

En las letrinas anheladas de Quistococha,  podría terminar todo el quilombo del reciente éxito  internacional amazónico. El río se sigue yendo a estrangularse en el mar, que es su morir, ajeno a tanto rollo, tanto discurso, tanta celebración por un lugar importante. Pero ese lauro podría acabar en nada, como el humo del ser.  En pasado editorial lo dijimos. Y las letrinas que no están en el parque nos dicen que no anduvimos muy equivocados. El mensaje de ese hecho es claro. Si no se invierte ya en mejorar la oferta turística habremos perdido una gran oportunidad,  como tantos otras veces.