EL MENSAJE DE LA CEBOLLA

En el agravio de los días que no son feriados  estamos perdidos. Porque después de la Santa Semana, luego de la meditación en bares y bailongos, de los retiros en algún lugar de buen diente, de los sinceros  arrepentimientos de los pecados para después volver a repetirlos, es altamente peligroso acercarse a la modesta y muy útil cebolla en estos zapotales. No va a ser fácil desde ahora ordenar una ensalada de picante potencia, pedir un bisteck del ramo o mangonear una salsa más su ají de rigor. Cuando usted vea una cebolla, sola o acompañada, cerca lejos, entre de inmediato en sospechas, mejor disimule, mejor retroceda y marchase a su lugar favorito. Es lo que le podemos recomendar por el momento debido a que recientemente 65 kilos de droga de alta pureza y mejor precio fueron encontrados en sendos sacos de la pobre cebolla.

Es decir, el espíritu emprendedor de la chorería, la furia innovadora de la gente que no es como uno, no tiene contención y profana hasta nuestros alimentos. Hasta a la pobre e inocente cebolla, cuyo único delito es hacer lagrimear a los que le cortan. Pero ello no es grave, porque sus efectos en la salud son notables, tema que en algún momento tocaremos. Los que deberían llorar a lágrima viva y moco y tendido son los que tienen el deber de combatir el delito. Porque si algo tan importante como la cebolla cae en manos de los drogos, entonces vamos perdidos.

La cebolla profanada es un mensaje, una advertencia, en un país cada día más dominado por tantas violencias. Pronto pueden convertirse en vehículos de camuflaje, de máscaras  o de escondites todo lo que comemos. Los esquineros aguajes, por ejemplo, pueden volverse ingeniosos envases de la buena o de la transgénica. No sería nada grato vivir en una ciudad donde todo estaría bajo sospecha.