De una manera súbita e inesperada, el vasto lote 192 fue tomado. El hecho ocurrió una madrugada lluviosa cuando algunos se preparaban para un paro indefinido e indefendible. En un principio se pensó que se trataba de organizaciones indígenas descontentos con las manipulaciones de que eran víctimas de parte de vivos y vividores, de autoridades y asesores de tres por cuatro. Pero luego se supo que se trataba de una banda internacional encargada de robar petróleo. En esos días sucedía que los amigos de los ajeno habían encontrado la manera de agenciarse de fondos asaltando pozos e instalaciones petroleras de cualquier país de la tierra.
La nueva modalidad de dolo ya había cobrado víctimas en algunos países exportadores del oro negro, y tenía que arribar al Perú para apoderarse de ese inmenso lote que producía la mayor cantidad de petróleo. El lote 192 ya estaba sin operador pues la empresa que explotaba el hidrocarburo ya se había retirado, conforme decía su contrato. Y el ambienta estaba enardecido debido a los conflictos para ver quien explotaba ese recurso. Entre dimes y diretes, entre denuncias cruzadas, entre mutuas amenazas andaban las cosas, cuando ocurrió la toma del lote mencionado. El secuestro de las instalaciones abandonadas, de los pozos perforados, de las tuberías tendidas y de todos los implementos petroleros ha cambiado radicalmente las cosas.
La situación de Loreto es bastante incierta debido a que ya no habrá ni un sol del famoso canon, tampoco se podrán cobran algunas regalías adicionales y de una vez por todas se acabó la cantaleta de entregar la explotación a una empresa nacional pero quebrada y que tiene bastante que decir en lo referente a pasivos ambientales. Lo único que queda ahora es fomentar una movilización armada y contundente para recuperar por las buenas o por las malas ese lote que es fuente de toda inversión en la vasta región amazónica.