En la calle Próspero de antes, entre los números 69 y 71,  atendía hace tiempo la librería Gran Bazar. Entre cuadernos de todos los precios, útiles escolares y de escritorio, algunas cosas para la oficina, ofrecía el  libro de moda y del instante, la obra que era necesario leer en ese entonces. Se trataba de “Historia de los límites del Perú”. Era 1926 y el autor era el señor Enrique Reátegui Alvarez, periodista por destino y por furia de la vocación que cuando en 1932 fue director de El Eco sufrió prisión por oponerse al entreguismo territorial decretado por el dictador Augusto Bernardino Leguía.  No cambió el tenor de su línea editorial como quería el prefecto Temístocles Molina y se fue a chirona. Pero escribía en sus horas libres, en feriado, en domingo.

El Gran Bazar entonces vendía su libro,  un libro escrito en Iquitos y probablemente editado también en la misma ciudad. O sea que no es cierto aquello de en el pasado no se hacía nada en el campo cultural, no se leía, no se escribía  y no se publicaba. Era al revés, pero cierta pereza mental nos ha metido la idea que los antepasados eran paltos y tontos y por eso nos dejaron pesadas herencias culturales que pervierten a la ciudad actual. Si alguno que leyó el libro de Reátegui Alvarez resucitara como Lázaro se sorprendería del poco avance librerario  de la ciudad.  La costumbre escribidora desde el mundo periodístico no prosperó  ni porque había  la calle Próspero.  Hoy, por ejemplo, salvo alguna excepción, los periodistas locales  no escriben libros. Ni lo compran. Ni lo leen. A veces no leen ni siquiera el periódico donde trabajan. Y, por eso, redactan tan mal, como el escarbado de alguna gallina clueca.

1 COMENTARIO

  1. realmente fabuloso la historia de iquitos, se deberia difundir en los colegios pudiera ser una forma de querer a lo nuestro y dejar lo que viene de la capital y el extranjero

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