EL INGLÉS DEL ESPECTÁCULO 

ESCRIBE: Moisés Panduro Coral

En el cruce de tantas esquinas de la ciudad, en ese enlace de calles sucesivas, de juntura de arterias que van describiendo el laberinto urbano, uno puede distinguir el encuentro de Próspero con Putumayo. En esos  nombres, antes que otra cosa, puede estar algo de la historia de Iquitos. Porque rinden homenaje a dos barcos que navegaron por tantas aguas y arrendaron en la orilla izquierda para fundar oficialmente la urbe de oriente. La calle Próspero surca la metrópoli y arriba hasta el otro lado, donde comienzan los barrios que van a Belén y la Putumayo la corta y se extiende hasta los últimos arrabales. En dicha esquina, donde antes se levantó el Banco Popular, hace más de un siglo ocurrió en hecho espectacular.

En ese lugar hay ahora un edificio antiguo vinculado al patrimonio arquitectónico y donde funciona una entidad estatal. Lo corriente es encontrar  allí cada cola y cada día. Como si la gente fuera obligada a amontonarse en forzada cercanía, en  inesperada mancha, para entrar a algún estadio, para comprar arroz en tiempos de crisis o para ingresar al  cine a disfrutar de una buena película. Ese motín  corriente era bastante común hacia 1908.

Entre los ciudadanos de ese tiempo había un inglés de atrevido ingenio, de derroche de energía, de audaces ideas. Era su nombre Morris Blondin y escogió esa esquina para innovar el arte del espectáculo. El nombre de su local era “El Recreo” y hacía justicia a su nombre, porque allí instaló un cine más un circo. Un circo junto a un cine, como una alianza indestructible de la buena vida. Todo en una, como un ensayo atrevido para satisfacer la permanente demanda de diversión de los lugareños. Imaginamos que el británico conocía la índole de cada oriundo de la urbe. Sabía de su inagotable capacidad de andar de farra, de preferir la parranda antes que el trabajo. No exageramos.

En los habituales letreros del ruidoso local del Pardo, hoy en día, se leen anuncios de bailes de jueves a domingo. De los siete días que tiene la semana normal cuatro se pueden perder en vacilones, en licores, en ritmos. El feriado largo siempre está presente en los locales de esa índole. La ciudad siempre fue así, salvo raras excepciones que no es del caso mencionar. De manera que el inglés de esta crónica decidió explotar esa manía de convertir a la vida en un carnaval.

En la esquina de Próspero con Putumayo entonces la afluencia y confluencia de público no tuvo pierde.  Era masiva, sostenida, aparatosa. El novedoso circo cinemero se puso a la cabeza en la preferencia de gentes que podían pasar, encandilados, de las aventuras del actor de moda a las hazañas de los domadores de fieras o las historias de ocurrentes payasos, de las destrezas de la actriz del momento a las piruetas de los contorsionistas. La carpa se abría para dar paso al ecran, en una nueva dimensión del espectáculo urbano. Cine y circo se unieron en la grata tarea de darle de comer a manos llenas al pescado de la diversión, de las ganas de disfrutar del momento.   Todo se acaba siempre, sin embargo. Hasta el espectáculo. Hasta el cine con su circo. La vida no es un carnaval como se nos quiere hacer creer.

El inglés acertado ha desparecido con su cine y su circo. En la esquina de Próspero con Putumayo hay de todo, menos espectáculo. Antes de redactar esta crónica he regresado a ese lugar. Y, palabra, contemplando con horror las colas del día, los rostros adustos, el caos del tránsito vehicular, el horror de la fachada de un local que asesinó al patrimonio monumental, he pensado que mejor estaba el olvidado  “El Recreo”. A lo menos, entonces, uno acudía a ese sitio a divertirse. A lo menos había un circo con su cine.

1 COMENTARIO

  1. Muchachones de Pro y Contra, más cuidado con el manejo de la pagina virtual. Este artículo no es mío. Es un lindo artículo y por lo que veo tiene la firma, el talento y la prosa de un conocido nuestro. Corrijan el error, por favor.

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