El debate está abierto
El debate está abierto

 

En medio del alboroto de trompetas y del ritmo de danzas folclóricas, el acalde mexicano Hilario Ramírez arribó sorpresivamente a Iquitos. Invitado por varias universidades del medio, dictó conferencias, concedió entrevistas, escribió artículos periodísticos, almorzó con lo más  graneado de la sociedad iquiteña, se emborrachó noches seguidas y ya no quiso retornar a su país, pues su popularidad había crecido como la espuma guardada. Y, como si tal cosa, decidió postular al gobierno regional.

Para conocimiento de nuestros esforzados lectores de ambos sexos, diremos que el señor Hilario Ramírez es un gran pensador, un enorme  filosofo de la economía. Su compleja propuesta  se puede sintetizar en la frase que dice a la letra que las autoridades deben robar un poquito nomás. Enemigo del saqueo, la mudanza, el arrasamiento, Ramírez confesó que en sus funciones ediles no se le fue la mano y que robó lo debido. Es decir, poco. Porque los demás también existen. Y no era de caballeros dejar sin molido a los que venían detrás, devastados por el hambre de rapiñar los bienes ajenos.

El lema electoral de no robar mucho, de robar lo justo y necesario para darse la gran vida después iba a invadir la campaña electoral de ese año. Era en buena cuenta una solución  al problema eterno de la corrupción, del saqueo de los fondos públicos. Pero los candidatos locales, amigos de la robusta bolsa y de la garra ambiciosa,  le desataron una guerra no convencional y sin cuartel. Le acusaron de malograr el negocio con esa propuesta de robar poco. Porque robar bastante era mejor, de acuerdo a la sensatez de las cifras redondas. De modo que Hilario Ramírez renunció a la campaña y regresó a México, donde protagonizó un escándalo de faldas, rubro donde le ganaba la ambición y el exceso.