En una de las habitaciones del afamado hotel Toro bravo fue detenido, luego de un inopinado operativo policial, militar y de serenazgo,  el señor Esteban Cacha. Pocos meses antes se había lanzado a la presidencia de la república peruntina y su lema dejaba mucho que desear, pues utilizaba su extraño y provocador apellido para hacer eso justamente no solo con su pueblo sino con todo el país. El referido había crecido en ambición y pretendía enlazarse con millones de mujeres de diferentes edades con el lema Esteban Cacha al poder. Al parecer, su exagerado erotismo provinciano le jugó una mala pasada y también su ignorancia de la Nueva Ley Electoral y de Fauna que sancionaba con la cárcel sumaria al político de cualquier pelaje que cometiera el más mínimo delito.

El señor Esteban Cacha no debió nunca usar su apellido en la campaña electoral, pues se prestaba a manipulaciones basadas en chistes picantes, en provocaciones indecentes y fomentaba incitaciones carnales ya que un operador político podía pescar a río revuelto mencionando una y otra vez ese apellido fatal. El detenido pretendió pasar piola declarando a la prensa que él estaba con todas las periodistas de cualquier medio de comunicación y que solo quería descansar en ese lugar debido a la exagerada presión mediática que padecía en aquellos días. No veía, por otra parte, dónde estaba su delito. Pero la cosa era grave.

En realidad, el señor Cacha trataba de juntar adeptos de su misma intención carnal. Y en ese lugar se había reunido con los señores Víctor Grandes y Fernando Paima para ofrecerles ministerios si es que arribaba a la presidencia. De esa manera su búsqueda del poder se había sexualizado de una manera brutal, Ya no se trataba solamente de su apellido, sino de su ideología de los bajos instintos en un país que no resolvía el lastre del embarazo escolar y adolescente.