No se debió celebrar un sentido homenaje a los ladrantes perros. Era el día de ese can a nivel mundial y en la ciudad de Iquitos el que menos hizo un agasajo a su mascota dándole un perfumado baño, poniéndole al cuello un collar interesante, comprándole mejor comida y hasta llevándole a pasear por lugares mejores. Era al fin y al cabo una fecha que se había puesto para que nadie se olvidara del mejor amigo del hombre, para que se rindiera pleitesía unas horas a ese noble animal de casa que tantos servicios puede prestar a su amo. De manera que todo quedaba en el olvido luego de aquel día que fue domingo. Pero hete aquí que en los días siguientes los iquitenses seguían con la celebración. La cosa era para pensar dos veces pues inclusive se anunció con enormes carteles callejeros la fiesta del perro. La misma se nutrió de canes de todo tipo y raza, de todo tamaño y condición. Fue allí que apareció el perro del momento y la ocasión, el perro que iba a cambar la historia de la ciudad.
Era un perro que destacaba porque carecía de pelo. Era el can calato o desnudo que muchas veces era marginado o excluido, debido a que se decía que era el perro peruano del Perú. Pero en esa ocasión dicho animal se había convertido en la mascota preferida de los unos y los otros. .no cualquier mascota sino una mascota que iba a todas partes con su dueño, moviendo la cola y sin ladrar. La urbe entera entonces se vio invadida por la presencia de ese can peculiar y en todas partes aparecía con su traza y su conducta apacible. En los medios de comunicación se habló de las bondades y virtudes de ese perro antiguo y oriundo que sobrevivió a todos los desastres. Los ocultaron no dejaron de ensalzar esa estampa, de alabar las cualidades perrestres de ese animal nativo y el que menos adquirió su perro peruano del Perú.
Era ya el mes de las nuevas elecciones cuando a alguien se le ocurrió la broma de presentar a su perro desnudo como candidato a una alcaldía. Las autoridades electorales siguieron con el juego y le dieron al can su número de campaña, su distintivo entre los otros postulantes al pequeño poder y la cosa hubiera terminado ahí. Pero nada, pero sucedió que el perro peruano comenzó a subir en las encuestas como la espuma cervecera. Y el día de la votación oficial conquistó una victoria aplastante y abrumadora. De esa manera hoy los iquiteños son gobernados municipalmente por un eficiente perro calato.