ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
Al enterarse de la renuncia de César Villanueva a la Presidencia del Consejo de Ministros algunas personas que tienen sus actividades en Loreto y regiones amazónicas han ensayado un análisis preliminar de lo que fue este gabinete del gobierno que dirige Martín Vizcarra. Ese análisis tiene un error de origen: No hay que detenerse a pensar qué hacen los gobernantes nacionales para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos sino qué hacemos los amazónicos para que el Poder Ejecutivo nos tome en cuenta. Dicho esto es pertinente repasar algunos detalles de la gestión ministerial de los últimos meses.
En el sector hidrocarburos el gobierno actuó con desconocimiento y negligencia en la zona de Chapís y San Antonio que lo llevó –con presencia del Premier, el único parlamentario oficialista y el gobernador de Loreto- a firmar un acuerdo que ha sido cuestionado por analistas especializados, como lo escribió en este diario José Mansen, debido a que sólo tuvo como objetivo evitar la prolongación del conflicto y no buscar una salida integral a la explotación petrolera. Como era de esperarse ese acuerdo provocó más desacuerdos en otras comunidades. El conflicto comunidades/gobierno se prolonga más allá del propio Premier, quien se ha ido dejando la situación pero de la que encontró.
En los sectores de servicio público en Iquitos, en los últimos meses el Poder Ejecutivo ha cambiado de funcionarios y directores para peor. En Sedaloreto y Electro Oriente ha nombrado a personas que están enquistadas en el sector en el mejor de los casos y, en el peor, a profesionales que carecen de conocimiento de la entidad que pretenden dirigir. Dicho de esta forma, claro, suena diplomático y hasta complaciente. Pero FONAFE y OTASS, respectivamente, tienen que enmendar con la llegada del nuevo gabinete el disparate del gabinete que se va. Se queden o no los ministros de Energía y Minas y de Vivienda y Construcción se tiene que proceder al retiro de aquellos burócratas que, ya sabemos, no mejorarán dos servicios vitales para a población.
En el sector de investigación –que debería merecer prioritaria atención de cualquier estadista gubernamental- hemos retrocedido en descentralización y financiamiento. No referimos al Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) donde se ha cambiado “mocos por babas”, para apelar a una frase nada científica. Si con el gabinete Villanueva algunos “científicos” creyeron que se impulsaría la acción de esta entidad no sólo se equivocaron sino que fueron maltratados. Gracias al renunciante Premier y el Ministerio del Ambiente, el IIAP hoy es un organismo meramente administrativo dirigido por gente foránea que no tiene idea de lo que debe ser el desarrollo científico y tecnológico regional. Claro, ese despropósito lo sufriremos los loretanos en el futuro, cuando los actuales directores estén lejos de nuestras tierras como lo están hoy de nuestros intereses.
Finalmente, en el aspecto social y laboral, el gabinete Villanueva nos jugó a la indiferencia. Los dirigentes sindicales, más desorientados que otras veces, convocaron a un paro que ni siquiera fue conocido como tal en el Poder Ejecutivo. Tanto así que a los pocos días el propio Premier llegó a Iquitos con una agenda propia y coordinada con las autoridades locales. Lo que se llamó “plataforma de lucha” era sólo un membrete. Lo que aún provoca la eliminación del reintegro tributario y otros beneficios que gozaba Loreto es sólo el comienzo de una decisión unilateral del Premier que, en el colmo de la mediocridad y figuretismo, provoca aplausos en un congresista que ya en el pasado nos engañó con la instalación de “tanques elevados” para solucionar el problema de abastecimiento de agua en Iquitos y hoy quiere liderar el desarrollo con obras públicas.
Fue perjuicioso el gabinete Villanueva para Loreto. Y el que venga será igual. Sin duda. Porque, para nuestra desgracia, el problema de la región no es qué hace el Poder Ejecutivo sino lo que le permitimos que haga con la complacencia de los gobernantes, la indiferencia de la población y la mediocridad de los dirigentes gremiales.