En aras de superar su propia intención de votos y de buscar el primer lugar en las encuestas, el candidato de la raza diferente, César Acuña, decidió ejecutar un cambio radical en su campaña. Para llenar un vacío demasiado evidente, un vacío que le podía costar caro, volvió a la escuela para aprender a leer. Con uniforme de escolar, con su lonchera donde estaban sus alimentos y de la mano de su tutor, asistía a clases diariamente. En el aula demostraba mucho interés en aprender las lecciones impartidas por celosos profesores que él mismo había contratado.
En esas clases iniciales tuvo un grave tropiezo. Como antes nunca había leído un libro, tuvo que padecer para acostumbrarse a ese objeto. Mientras hacía esfuerzos denodados para salir del paso, lamentó haber dicho en el pasado que nunca había leído un solo libro. Era la hora de cambiar y con grandes esfuerzos logró pasar de página en página, deletreando con pasión, memorizando algunas frases. Luego de esa experiencia sintió que era otra persona y que tenía abiertas las puertas del porvenir. Luego de leer varios libros aptos para niños y niñas pasó a ocuparse de libros más complicados.
En esa pasión estaba cuando de pronto descubrió que tenía la vocación de escritor. De allí a escribir su propio libro no había más que un paso. Fue así como César Acuña, que no ganó las elecciones presidenciales, pasó a convertirse en un escritor que narraba sus aventuras como ser de otro linaje. En poco tiempo logró ventas formidables con sus testimonios sobre su vida y aventuras. De esa manera ese candidato de última hora que en determinado momento parecía crecer acabó convirtiéndose en un autor muy leído que alguna vez habló mal del libro. Esta demás decir que nunca más fue tentado por la política y su vida fue una continua publicación de obras.