ESCRIBE: Héctor Tintaya
El examen estaba recontra «tranca», decían los maestros al salir de su evaluación de ascenso de nivel. Fueron más de cien mil al proceso y para todos los docentes había una consigna del Minedu: ponerlo tan difícil que casi nadie apruebe. Al menos así pensaban muchos y no les faltaba razón.
Yo llegué un minuto antes que cierren las puertas. Son muy estrictos con esto del horario. Es por gusto para muchos, porque una vez adentro tienes que esperar una hora para que te den la prueba. Una angustia que perturba, aburre a veces y casi siempre termina desgastando al maestro. Igual son protocolos que ya se han familiarizado en el magisterio porque cada mes hay exámenes de todo tipo. Para directivos, contrato, nombramiento, encargaturas y ahora último se ha anunciado las evaluaciones de desempeño. Osea más exámenes no puede haber en un gremio del sector público.
A mi me gusta esperar a los docentes que conozco. Aparece algún «promoción», nos ponemos al día preguntando por tal o quien. Que si subió de escala, que si le encargaron la dirección, que si tuvieron algún proceso administrativo y, en el peor de los casos, preguntar por aquellos que no pudieron nombrarse o los que se fueron a provincia, tratando de alcanzar la estabilidad laboral y nunca más pudieron salir o, simplemente, se acostumbraron al pueblo andino o amazónico. Es una especie de «chisme» profesional que hace quemar el tiempo mientras los monitores y auxiliares de la evaluación, con sus chalecos azules e imperturbables, miran sus relojes como intentando apurar el tiempo.
Después, los textos comprimidos y en base a la inteligencia artificial, que abundaron en las pruebas, sacaron de las casillas de atención que se debe tener para este tipo de evaluaciones. El Minedu no quiere subir de escala a los maestros. Les puso la valla muy alta que, incluso en algunos casos, las preguntas salían del foco de los aprendizajes que se busca en el estudiante. Pero, bueno, no hay a quién reclamar pues hay un ministro fantasma en un gobierno de tránsito y los sindicatos divididos, lo más probable es que haya pocos aprobados. Pero no hay problema, los maestros se han acostumbrado a ser evaluados y saben que al otro año otra vez pueden intentarlo.
Yo pensaba más en mi bicicleta que había dejado al aire libre. Dejé, creo que dejamos muchos, que el sentido común, el juicio crítico y la experiencia en la programación curricular y la visión del Minedu me lleve a responder cada una de las preguntas que eran antecedidas por párrafos y párrafos de comprensión lectora. Aunque creo que es mi fuerte, los términos puestos en una artificial contradicción para llevar a la equivocación me cansó mentalmente. Sin embargo había que terminar las sesenta preguntas en las tres horas. Algo que no todos en mi salón pudieron hacerlo y eso porque intentas repetir una y otra vez la lectura para estar seguro de la alternativa.
Finalmente tocó la sirena de termino de la prueba. Un síntoma que estuvo difícil es que no ves pasar antes de la sirena a docentes que ya acabaron las respuestas. Salimos todos juntos y entre murmullos me confirmaban la percepción que tenía de este examen. No hay nada mejor que un buen sandwich de cabeza de «chancho» con su gaseosa negra y helada para reanimar a cualquiera, despedir a los amigos que no los volveré a ver hasta el próximo año y esperar que las plataformas empiecen a ofrecerte el mett del solucionario a una cómoda cuota de 30 soles. Un negocio que ha generado las redes sociales y que les ha quitado el monopolio a las academias para maestros que había antes.
Las evaluaciones son necesarias y deben aplicarse a todos los sectores, no sólo al educativo, pero esa es una discusión más política y gremial y aquí lo que quiero es testimoniar cómo una mañana la canícula y las ansias de la competencia pueden ser corolario de un día magisterial donde el Estado se pone exquisito y apela a la IA para mejorar sus deficientes procesos. Al menos, ya que la tecnología empieza reemplazar a los administrativos, en un poco tiempo pueda ir desapareciendo tanta gente apiñada en ese edificio en forma de libros en el distrito exclusivo de San Borja. O los planteen exámenes para quedarse así como a los maestros. No sería mala idea que, por alguna vez, estos sujetos burocráticos también sean evaluados a ver si logran poner con éxito, al menos, sus nombres.

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