EL ERROR DEL PEQUEÑO JUEZ

Desde las cercanías de la Parada, en pleno barrio victoriano, dentro del voraz vientre de la Lima horrorosa, el pequeño juez de la diminuta corte, Malzon Urbina, acaba de arrojarse a la piscina sin agua. Apoyados por los comerciantes mayoristas o minoristas, a quienes ayudó  a seguir en lo mismo, a no renovarse, el hombre que se volvió famoso de la noche a la mañana, gracias a su oposición a una medida bien sustentada por el municipio limeñense, no quiere bañarse en la pista, nadar entre los microbuses destartalados o no. Anda en campaña para la presidencia de la República. O sea quiere ser relevo del retirado comandante Ollanta Humala.  Pero ha comenzado mal, con pésimo pie, con inexpertos asesores que le hubieran recomendado que lance su candidatura en otra parte. .

El juez de marras, que se hizo un personaje (in)mediático por unas horas, quiere pescar en el río revuelto de su pequeña y mezquina celebridad y no mira para abajo. Contempla el alto trono de Pizarro como si ese fuera su destino natural, su norte final escrito en las líneas de sus manos o de sus pies. Pero no debió utilizar a la Parada para eso. Bien pudo alquilar el estado de Alianza Lima o del Cristal, para hacer ese espectáculo revenido y soso de inicio de campaña. Porque toda la bulla que hizo contra la alcaldesa estaba de antemano marcada por el anhelo de la presidencia peruana. Así, como el pobre de Malzon Urbina se hacen ciertos políticos hoy en día, De la noche a la mañana, gracias a la pantalla tarada,  salen a la palestra que ellos creen que es lo máximo.

Esos políticos son de ocasión pero tienen aceptación entre las ánforas. El pequeño juez de la diminuta corte no tendrá esa suerte. Por torpe. Debió lanzar su candidatura desde una anticuchada, una pollada, un chichodromo. No desde la Parada,  porque todo el mundo descubrió sus verdaderas intenciones cuando impidió que ese lugar se modernizara.