El encono innecesario

El alcalde Charles Zevallos debería seguir viajando. En rauda balsa y con todas sus cosas acumuladas, sus viáticos y sus cuentas abiertas en bancos lejanos, debería no detenerse ni en los puertos distantes. Escribimos eso no por amor a la aventura, el itinerario con guía.  Si no para no sentir la dolorosa vergüenza ajena. Es decir, si el burgomaestre de las pistas que todavía no comienzan  se sigue quedando en Iquitos va a seguir metiendo la pata. Lo acaba de hacer en el manejable asunto del paro de los vendedores del mercado Modelo. Todo lo hubiera solucionado en un dos por tres,  en un abrir y cerrar de ojos, con un ruidoso y apasionado beso, pero optó por el capricho, la tozudez, la arbitrariedad. Evitó la civilizada conversación y las cosas pueden agravarse de aquí en adelante.

Los dirigentes del citado centro de abasto, por su parte, deberían seguir un curso de moderna lucha sindical, de contemporánea defensa real de los intereses gremiales. Nadie niega que tienen toda la  razón del mundo en su justa demanda. En su sentido reclamo. Pero ello no puede ser una puerta abierta para la evidencia de la intransigencia o de  la violencia verbal contra la autoridad edil como elementos de protesta o de presión. Así las cosas, ante ese encono innecesario entre ambos bandos, todo acuerdo es impensable.

En la sabia e incomprensible naturaleza, un animal con el bello nombre de Estrella de mar carece de cerebro. Es decir, de la capacidad de actuar con inteligencia elemental o profunda. Ese ejemplar no razona, no comprende, no reacciona ante los datos de la cruda realidad.  Solo a ese ejemplar de las aguas se le podría perdonar que en vez de llegar a un acuerdo con la contraparte haga niñerías o se porte con malacrianza y majadería. Pero no a seres pensantes y actuantes.