*En el presente, esa fiesta no tiene gran cosa en el campo cultural. Es un mero juego, una tomaduría, un desborde animal, una fiesta bastante anodina.
En el pasado 1949 se celebró en Iquitos el mejor carnaval de todos los tiempos. En ese año el carnavalesco dictador Manuel Apolinario Odría ordenó a los militares de la zona oriental que prepararan, auspiciaran y condujeran la celebración de la carnestolenda. Entonces fue la primera vez que los gallardos y bravos uniformados, los expertos en armas y estrategias, se confundieron con los designios y dictados del juguetón y divertido rey Momo. Desde esa fecha han pasado incontables años y los carnavales amazónicos van de mal en peor. Y los militares de las 3 o más armas se dedican a sus asuntos en vez de incentivar una fiesta que sería bastante marcial y que sería única en el mundo.
En ninguna parte de la tierra los uniformados se pierden en loas a las vacas locas, los disfraces y las cabaciñas. En estos tiempos esa celebración es una fiesta bárbara que causa más molestias que diversión. Por ejemplo, los carnavaleros tienen la mala costumbre de abrir agujeros en las pistas asfaltadas para plantar las palmeras. No respetan el espacio construido y tratan de destruir el esfuerzo realizado. Luego de lo festejos esos agujeros quedan a la intemperie y no hay quien los cubra. Después de un buen tiempo las autoridades pertinentes parchan esos agujeros realizando gastos que no deberían realizar. Sería conveniente prohibir abrir huecos en las pistas, recomendando el uso de bidones llenos de arena para sembrar las humishas.
En el desborde de las pandilladas y los juegos con agua, pintura y otras sustancias, los carnavaleros del presente invaden todos los espacios. Y, lo que es peor, cierran las calles sin previo aviso y sin contar con el permiso respectivo. Es decir, se apoderan de las calles sin importarles que interrumpen el tráfico vehicular, causan problemas entre los conductores y peatones y hacen lo que les da la regalada gana en los espacios públicos. ¿Qué fiesta es aquella que perjudica a los demás? ¿Qué celebración es la abusa y arrasa con todo orden normal? ¿Qué divertimiento puede ser aquel que conspira contra la libre circulación de las personas?
El carnaval de hoy es un despelote rudimentario. Ayer nomás era otra cosa. Y no seguimos hablando de los militares y su culto a ño carnavalón. Escribimos del aporte cultural. En febrero de 1952 vino a Iquitos el escritor Ventura García Calderón, el inventor de Sangama, a ser jurado del reinado de belleza que se realizó en el cine teatro Alhambra. El referido improvisó un discurso para alabar la singular belleza de la mujer selvática y de todas maneras dio otro vuelo a esa celebración. En el presente, esa fiesta no tiene gran cosa en el campo cultural. Es un mero juego, una tomaduría, un desborde animal, una fiesta bastante anodina. El vulgar despelote del carnaval debe cambiar de rumbo.
Para comenzar, tal y como lo hago en mi próxima novela Los delirios del general Quijote, podría alguna autoridad decretar que los miliares comanden los destinos de todas las carnestolendas hasta el fin de los tiempos. Un carnaval con soldados. oficiales jefes de alta graduación sería en verdad más que original e impresionante. Para seguir y terminar en esta ocasión, el carnaval loretano debería incorporar una nutrida programación cultural para convertirse en un festejo de gran importancia y de primera magnitud.