ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

Cuando en marzo pasado Miguel Donayre me propuso dar una vuelta por el Santiago Bernabéu no lo acepté porque un estadio sin jugadores no me parece nada atractivo. Y por más que te muestren los camerinos donde se preparan los jugadores quizá más famosos y mejor pagados de la tierra sigue siendo intranscendente. Pero con jugadores, con público y en competencia oficial es otra cosa. Aunque sea con un rival que está de capa caída. Así que el partido de media semana entre Real Madrid y Villarreal era la ocasión perfecta y coincidente para vivir un espectáculo inolvidable.

Desde los alrededores del estadio ya es una fiesta. Bufandas anti culés, llaveritos con la foto de Ronaldo, postales con el rostro de Mourinho, tarjetas con la cara cinematográfica de Casillas y ofrecimientos de show sexis para después del triunfo del equipo es el preludio perfecto para entrar caliente al estadio, mejor si es a la tribuna sur donde está la barra madridista.

Cuando Colegio Nacional de Iquitos regresó al fútbol profesional, el jefe de deportes de RPP Noticias, Efraín Trelles, dijo en cadena nacional que por fin había vuelto “el Real Madrid de la selva”. Una exageración, sin duda. Pero en el fútbol toda exageración no es una ofensa, mejor si beneficia al equipo de los amores. Pero, claro, CNI no tiene punto de comparación con Real Madrid. Ningún punto. Y, para seguir con esta vida exagerada, mejor está decir que Real Madrid “es el CNI de Europa”. ¿Cómo les quedó el ojo? Es una exageración, pues. Pero eso he dicho en un video que colgaré en Youtube: “Estoy en el Santiago Bernabéu y dentro de algunos instantes veré al CNI de Europa”. Fantasía pura. Deseo contenido. Llámenlo como quieran.

Son las nueve y cuarenta y cinco de la noche y el espectáculo ya comenzó hace varios minutos. Pero cuando el locutor anuncia la alineación cada jugador recibe la ovación del respetable y cuando exclama con una pausa cómplice: “¡Entrenador: José Mourinho!” la algarabía es general. Ronaldo parece que cada movimiento lo hubiera ensayado al milímetro bajo la atención de Almodóvar. Kaká mientras calienta y recalienta dirige miradas a las tribunas. Casillas calienta y en su andar está la seguridad que brinda al arco de España y del Real Madrid. Y mientras uno ve a esos jugadores y observa a los del equipo rival ya sabe que los dirigidos por Mourinho ganarán por varios goles. Solo falta saber por cuántos.

Dos minutos y un gol anulado. El público protesta. Cuatro minutos y el primer gol. El público se exalta. Nueve minutos y medio y el segundo gol. El público vibra. Se espera más goles, aunque sea uno de Ronaldo. Treinta minutos y el tercer gol. El público aplaude, vocifera y se enajena. Fin del primer tiempo y junto a mi sobrino Iván –dos de los tres charapas que estamos en el estadio, el otro es Miguel Donayre– esperamos que en el arco sur se anote aunque sea un gol y mejor si es de Ronaldo para ver su celebración, también cinematográfica. Ningún gol. Ahí sí, por estos cuarenta y cinco minutos, Real Madrid se parece a CNI. Fin del partido. Ganó quien tenía que ganar. Nada de sorpresas. Los únicos sorprendidos somos nosotros por todo lo que representa el fútbol bien planificado: una industria donde todos ganan. El público, también, porque disfruta de un buen espectáculo.