Si el excongresista Augusto Vargas Fernández pierde las elecciones de octubre próximo –posibilidad nada remota ya que para nadie es un secreto que su candidatura no alza vuelo- sería conveniente que mantenga el programa que le han cedido en la televisión local. No porque en el país de los ciegos el tuerto es rey. No. Sino que ha hecho de la conversación enterada un modo de llenar la hora que tiene. Claro, cuando no se mete a cuestiones electorales. Digo esto porque el otro día –mientras esperaba que arribara a Iquitos el avión que traía a Beto Ortiz- me puse a ver “la hora del chato Vargas” y conversaba con Percy Vílchez que, como mucho sabrán, es uno de los pobladores oriundos que más libros ha leído en la floresta, que más libros ha publicado y, también, varios los tiene inéditos.
Volviendo al programa del chato. No debería sorprender que un profesional del Derecho, egresado de las aulas sanmarquinas, muestre sus habilidades verbales sustentadas en el conocimiento que le ha dado la lectura de autores tanto de ficción como de ensayos. Y marca la diferencia porque –como bien señaló ayer en su habitual columna del diario “El Comercio” la periodista Cecilia Valenzuela al referirse al trabajo de Fritz Du Bois- en estos tiempos abundan los que se autotitulan de periodistas sin siquiera haber concluido la educación Secundaria y, en el colmo del desparpajo, se atreven a insultar a quienes están metidos en el periodismo sin haber estudiado para ello pero al menos tienen educación superior. Y no es que esa educación sea una condición sine qua non –para contagiarnos de los términos jurídicos que bien debe conocer Vargas Fernández- para ser un buen periodista. Ahí están los casos de Gabriel García Márquez que abandonó la carrera de Derecho para abrigar el periodismo como oficio y profesión y que por ese camino encontró la gloria. Entre los peruanos tenemos el ejemplo de Alfredo Bryce Echenique, quien fue obligado por los familiares a matricularse en la Escuela de Derecho de la Universidad de San Marcos pero terminó huyendo para dedicarse a la escritura. Podemos seguir con los ejemplos. Más concretos, si prefieren. Fritz Du Bois estudió Economía con especialización en administración de negocios. César Hildebrandt estudió Psicología y ya sabemos lo que hizo y hace en el Periodismo. Guido Lombardi, Raúl Vargas integran esa lista.
El programa del chato Vargas es una isla. Me atrevería a decir que hasta en su propio canal. Es el más destacado, según un sondeo personal. Es verdad que la televisión es, básicamente, imagen. Pero también hay espacio para la charla coloquial sin caer en la chabacanería. Y eso es lo que hace el militante aprista, hoy prestadito a Fuerza Loretana. Combina la buena conversación con participación del público, una combinación que hecha con agilidad entretiene muy bien. Ojalá que el chato siga con este programa. Claro que para ello la condición es que pierda las elecciones, tal como se prevé en todos los sectores, incluso entre los que promueven su candidatura.