[Escribe: Percy Vílchez Vela].

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En el Iquitos de hace un siglo, donde se inauguró el Centro de Cultura y Conferencias Populares, colectivo de neta filiación cauchera, reinaban calle por calle, casa por casa y metro por metro  18 kilómetros tendidos  de caños, de forados, de acequias, de breves lagunas, de pequeños lagos, de inciertos pozos, de imprevistas acumulaciones de agua. Esa influencia fluvial cumplía  penosa labor de depósito para las aguas servidas,  hervidas,  de lluvia o de lo que fuera, lo cual quería decir  que albergaban todos los desperdicios posibles. De norte a sur, de este a oeste,  no existía obra de desague y el alcantarillado y la canalización eran apenas un plan que buscaba su financiamiento en la capital del Perú.

En los límites de esos 18 kilómetros de espejuelos de agua se paseaba como por su cocina o su huerta un temible insecto, un feroz espécimen, cuya picadura  producía el vómito negro. Era un zancudo de armas tomar que no solo desquiciaba con su anuncio o su lanceta, sino que albergaba a la bacteria que fecundaba esa peste del pasado. En su afán de erradicar esa plaga,  el afamado doctor Jorge Converse, médico contratado directamente desde los Estados Unidos, puso manos a la obra derramando un veneno para acabar con las larvas, ordenando la limpieza de las huertas que no debían guardar latas, tinajas, ollas y cualquier recipiente capaz de guardar el líquido elemento. El éxito dependía de la gesta dependía de controlar el agua en un medio surtido de incontables ríos.

 En 1914, año en que el Centro de Cultura y Conferencias Populares dejó de funcionar,  la ciudad de Iquitos tenía 12500 habitantes que vivían en 3095 casas, el censo fue hecho por el citado doctor Converse. Todavía estaban en la urbe la mayoría de sedes diplomáticas que trajo el muy rentable negocio del caucho. Para las actividades financieras solo había 2 bancos. El rasgo más interesante de la ciudad de entonces era que había más fábricas que en el presente. El ciudadano de esos días, sino estaba embrutecido por la manía o pasión extranjerizante, podía consumir muchas cosas que se elaboraban en la ciudad. El Gran Licor Amazonas, por ejemplo, podía calmar sus ganas de brindar en el fin de semana. Si tenía el vicio de fumar podía comprar cigarros producidos en la urbe oriental, pues había 2 fábricas, una de las cuales hacia los cigarros marca Tunchi. Entre la peste del vomito negro y las fabricas locales funcionó el centro cultural cauchero.

Las actividades de dicho colectivo fueron en algún momento veladas literarias y luego aparecieron las conferencias sobre distintos temas. En ningún  momento se incorporaron los 18 kilómetros de formaciones acuáticas ni se mencionó a la furia del vómito negro.  En un desborde de optimismo el señor Delgado dijo que esas citas llegaron a reunir unas mil personas. El primer tema fue la Independencia nacional y el expositor fue el doctor Jenaro Herrera, un hombre decididamente con mentalidad cauchera como que fue defensor  de Julio César Arana. Que después, cuando estalló el escándalo, hubiera cambiado de parecer no altera las cosas. La celebración en las tabernas era intensa en aquella época y no escaseaba el licor adulterado que causó grandes estragos en los organismos de entonces. Es por ello que el señor César A, Gordillo eligió el tema El alcoholismo.

El doctor Vicente H. Delgado disertó sobre  La colaboración de los padres de familia en la obra educativa de las escuelas públicas. Por su parte, el doctor Luis Gonzáles Zúñiga habló sobre Los peligros del uso del tabaco y las consecuencias  deplorables que ocasiona en mujeres y niños. La alicaída Agricultura en Loreto fue el tema del doctor Víctor Isla, el que estaba encargado de dirigir la Estación Experimental del Caucho. Se tocaron también otros temas que hasta hoy nos parecen relevantes hoy como el descubrimiento de América, La educación de la mujer, La profilaxia de las enfermedades venéreas, el  Servicio Militar Obligatorio, etc. Pero en el censo de conferencias dictadas hace un siglo destacó una de ellas por muchas razones.

Era la conferencia del señor Carlos Rey de Castro, un varón nada imparcial, un diplomático que puso las manos en el fuego para defender las torcidas razones de los caucheros como que era servidor incondicional,  muy bien rentado por sus servicios prestados,   del cauchero Julio C. Arana. El título de su disertación era de cajón: Perjuicios sobre el Perú moderno. No es difícil imaginar que en su perorata, más  tarde o más temprano, emprendió la defensa de los patrones gomeras, tema que le obsesionó hasta la muerte. Allí debió fustigar a sus enemigos, como los ingleses que mentían, distorsionaban los hechos, manipulaban cifras para acusar a los extractores que para el eran héroes, mártires, de la civilización.

La vigencia del Centro de Cultura y Conferencias Populares fue corta. En la región donde todo se daña breve  duró unos 2 años. Su existencia nos revela muchas cosas insospechadas. No es cierto entonces que en los tiempos del caucho la cultura fue solamente de consumo o de espectáculo musical, de farándula, de vacilón en el reino del fandango. En determinado momento, cuando ya la bonanza de la savia se evaporaba sin remedio, los sectores más lúcidos  trataron de crear una conciencia ciudadana  sobre la educación como única palanca de progreso. Nada es inocente y  ello era como un escape o una evasión para no hablar de los temas candentes, de los abusos en los fundos gomeros, de los crímenes contra algunos linajes oriundos.

1 COMENTARIO

  1. Si bien es importante, la cultura no sólo se aprecia en un centro cultural (ideal tenerlo), sino en la historia misma de una época vivida que deja su legado, como la arquitectura, costumbres, personajes, diarios, historias, pensamientos (buenos o malos), que igual forman parte de nuestra historia. Desterremos el resentimiento contra una sola persona y basta de criticarla, seamos objetivos. Sino, sigamos resentidos por las épocas de esclavitud en Brasil Colombia, o porque las mujeres no podían ir a la universidad ni tampoco ejercer su derecho al voto. La vida va en constante evolución, es parte de la historia. La época del caucho transformó la ciudad de Iquitos, saquemos provecho de lo bueno, explotemos el turismo, describamos la arquitectura, limpiemos el Malecón, de dónde trajeron los azulejos? cómo funcionaba el tren? hay un ruta urbana de la época? cómo era la gastronomía? por qué no funciona el Hotel Palace? Sólo miremos un poco más allá y veremos a Manaus que tuvo la misma historia, pero el provecho que ellos le sacan es incalculable… debemos agradecer que Iquitos tiene historia que se refleja en su arquitectura… que pena que se muestre sólo lo negativo en una época que fue distinta… los Incas también tuvieron su propia esclavitud, ellos conquistaban y sometían pueblos y no lo hacían con diplomacia, pero eso no se muestra en Macchu Picchu, se le saca provecho, o se muestra toda la historia y no sólo lo «malo» (malo para nuestra época)… así es la historia en TODO EL MUNDO… no tratemos de descubrir la pólvora y levantar «falsos resentimientos»… utilicemos la pluma para sentirnos orgullosos de lo nuestro, no para dividir y brindar un sólo monólogo que francamente ya aburre…

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