El candidato Euler Hernández, para evitar las suspicacias de los insidiosos, los malos entendidos de esa gente que nada sabe de política, la grita de la oposición y otras mojigangas, salió otra vez a rellenar algún forado de cualquier pista. Luego de clausurar uno de los tantos estorbos de esta bella ciudad, clavó su plomada en el suelo, abandonó sus otros implementos de albañilería publicitaria y se puso a repartir los cien mil soles oro que había recibido del municipio de Maynas.

El flamante candidato cometió el error de no pedir algún documento que acreditara la donación, y es por ello que varios oportunistas y caraduras, pidieron su parte varias veces y tanta plata se hizo humo como la vida misma. Desde ese momento el dicho señor, sin un trabajo definido, sin un sueldo mensual, sin nadie a su costado, pues abandonó la asesoría que prestaba a su compañera de fórmula y se dedicó en serio y con asombroso ímpetu a la albañilería ambulante, pues renegaba de cualquier asesoría del pasado o del futuro.

La esforzada labor, hecho que comenzaba a las cuatro de la mañana y terminaba a las once de la noche, le fue beneficiosa en todo sentido y el día de las elecciones del pasado y perdido 5 de octubre del 2014 fue contratado para arreglar desperfectos de varios lugares de votación. A la hora de votar por su propio nombre y por su lista, prefirió no hacerlo, porque ese trabajo con ladrillo y cemento era más descansado que las funciones de cualquier burgomaestre. La última vez el señor Euler Hernández   fue visto en público ocurrió cuando pagó su multa por no votar por sí mismo. El tiempo ha pasado desde aquella vez y en el imaginario popular todavía quedan las andanzas de un candidato que prefirió regalar su dinero y dedicarse a un oficio modesto pero suficiente.