El ciudadano Renzo Reggiardo se lanzó a postular para la presidencia de la república del Perú. De un momento a otro ocurrió aquello y en su agenda de campaña figuraba solamente el programa de su inspiración conocido como Alto al crimen. En su recorrido por el país describía los porfiados y tenaces asaltos y las capturas de diferentes bandas afincadas en las ciudades. Luego enumeraba los pasos que debían seguir los electores para que no fueran víctimas de robos y otras desgracias domésticas. En esas andaba hasta que arribó a Iquitos.
En la bella ciudad orillera se disponía a cumplir con su cruzada cuando, de repente, surgió un inesperado colectivo de choros, escapistas, monristas, cogoteros, escaladores, pepeadoras y otros afines que le hicieron la correspondiente contra campaña. Era una jornada ruidosa, multicolor y bastante nutrida que tomó las calles de la urbe. Renzo Reggiardo fue acusado de realizar una jornada desleal, tendiente a acabar con el gremio fuera de la ley como si fuera un frustrado policía o un cachaco en busca de venganza. Con una marcha ruidosa que terminó en un saqueo extremado, el comando de malandrines acabó con su manifestación pública.
El candidato presidencial tuvo que ocultarse en alguna parte para no ser secuestrado o linchado. Luego se marchó de Iquitos disfrazado de monja. En el presente, Renzo Reggiardo no sabe qué hacer. El hecho de que se hubiera desatado la furia de los amigos de los ajeno, le ha puesto en una difícil situación pues teme ser víctima de un asalto o de un asesinato colectivo donde mueran todos los que le ayudan en la campaña por la presidencia de le república. La mayoría de personas que se acercan a él le aconsejan que deje en paz a los malandros y que cambie de estrategia. Unos le dicen que mejor se dedique a apoyar la agricultura o a incentivar el deporte.