Después que una mujer en Arequipa le bajó el pantalón al candidato Pedro Pablo Kuczynski, las distintas encuestas le dieron varios puntos más. Ello hizo que el rey de los lobistas en el Perú decidiera buscar un ejército de damas para que en diferentes lugares le bajaran de improviso el pantalón. El sueldo para cada mujer atrevida era 100 soles, pagados por adelantado. Así fue como apareció el espectáculo del hombre con los pantalones bajados en plena caminata o marcha o mitin. El acontecimiento revolucionó la campaña de las elecciones generales del 2016, pues Kuczynski comenzó a subir en las intenciones de voto. Los expertos decían que iba a llegar a la segunda vuelta sin ningún inconveniente.
Era entonces impresionante ver a ese candidato con los pantalones bajados que sonreía y no hacía nada por subirse los pantalones. Así, con los pantalones bajados por el mismo, andaba de un lugar a otro y acudió a las entrevistas a periodistas, apareció en algunos programas de televisión y se presentó a debatir con sus contrincantes. Era todo un suceso de las urnas ese candidato que no quería o no podía subirse los pantalones. Andaba cerca del primer lugar cuando Kuczynski decidió dar un paso adelante en el espectáculo. Entonces se sacó los pantalones y vestido con una camisa y una trusa siguió con su campaña. Poco después apareció sin la camisa.
Era entonces la presencia de un candidato casi desnudo que insistía en captar el voto indeciso. El espectáculo de esa índole provocadora fue catastrófico para Kuczynski. El elector no se dejó impresionar por esa disminución de prendas y quitó su confianza al aludido. En estos días la candidatura de Kuczynski ni siquiera figura en el último lugar. Ha desaparecido misteriosamente como si se tratara de un fantasma de las ánforas electorales.