EL BICENTENARIO A LA PUERTA

El año 2021 está a la vuelta de la esquina. En esa fecha se celebrará el Bicentenario de la Independencia peruana del poder castellano. Las cosas parecen no haber cambiado casi 2 siglos después de las palabras de don José de San Martín. El Perú de hoy parece perdido en un clima de conflicto de facciones, de intereses, de posiciones encontradas. Tanto que ni la fiesta veintiochera podemos llevarla en paz. Broncas por aquí y por allá revelan a un país en litigio sin tregua. Igual sucede por estos lares, lo que revela que en tanto tiempo no se forjó el país que soñaron los próceres de entonces. El Perú ya no pelea contra los chapetones, sino consigo mismo.

La celebración del Bicentenario, por otra parte, no puede ser más de lo mismo. Es decir, un compendio de banderas izadas, de 21 ruidosos cañonazos, de desfiles, de discursos, de gastos en adornos con los colores blanco y rojo. Debe ser, entre muchas otras cosas, un cuestionamiento del limeñismo como centro de la liberación nacional. La gesta emancipadora también se hizo en tierra adentro, en las provincias. Es absurdo que en ninguno de esos lugares se celebre esa campaña como el aporte local, ninguneando el esfuerzo de los antepasados. Algo que debe terminar, en nombre de la famosa inclusión que no puede ser una mera palabra, sino ejercicio permanente de búsqueda de ir descubriéndonos a nosotros mismos.

La rebelión comandada por José Santos Atahualpa en la floresta puede ser vista  como un movimiento precursor de la liberación regional. Porque en 1742 el territorio de la Selva Central quedó libre de la presencia de los castellanos. Es decir, ese lugar se independizó antes que nadie, antes de la furia de Túpac Amaru, antes de San Martín y Bolívar. Estaba libre de antemano y nunca más los virreyes pudieron mandar en esa parte de la fronda. Luego vinieron otros momentos que articulan un todo que merece ser difundido para que de aquí a poco no se siga celebrando la fiesta limeña como lo único válido en la historia peruana y amazónica.