El argumento torcido

El argumento traído de los cabellos, es una costumbre vieja, una costumbre actual. Consiste en decir cualquier burrada, cualquier asnería, para defender una posición torcida, para defender lo indefendible. O para defender un interés escrito de antemano. Eso acaba de ocurrir con un empleado o servidor de un conocido y reconocido empresario. No importa qué empleado ni que empresario. El mentado sostuvo que la leche evaporada, enlatada, es superior a la leche fresca. Superior porque en el proceso de envasamiento pierde agua y luego queda lo sustancial del producto lácteo. No es de creer semejante argumento, semejante raciocinio.

Es como la razón de la sin razón, el cuerno torcido de la luna u otro esperpento verbal. En este diario hemos defendido a la leche fresca. Con argumentos irrefutables, repitiendo a entendidos en la materia. Y no a lecheros afortunados en ganar licitaciones a granel, ni a suertudos empresarios que ganan la marmaja sin importarles la calidad de los productos. No vamos a repetir lo ya escrito. Decimos simplemente que si algo pierde agua, pierde bastante. Y el preservante es lo peor que puede tener cualquier producto. Peor para la salud humana.

Esa frase lanzada por el irrepetible empleado  no es inocente, por supuesto. Algo trae entre líneas, entre palabras tuertas. Nadie puede ser tan burro para no darse cuenta de su burrada.  Es parte de una extraña campaña de propaganda y publicidad a favor de la leche en tarro o en lata.  La campaña, con argumentos del tono y el tipo del empleado de marras, se soltó antes, mucho antes, de la licitación auspiciada por la edilidad de San Juan. Como quien prepara la cama, como quien busca convencer con cualquier torcido argumento, esa jornada no cesa.  Se repite con insistencia. ¿Por qué tanto interés en la leche evaporada? ¿Por qué tanto menosprecio a la leche fresca y de vaca de estos lares? ¿En la licitación que se viene, ocurrirá igual que con las mujeres que barrían las calles sanjuaninas?