ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

En los registros electorales se encuentra que el Partido Aprista Peruano ganó en tres oportunidades la Alcaldía de la Municipalidad Provincial de Maynas. En realidad, fueron solo dos porque en una de ellas se prestó a ser vientre de alquiler para favorecer a otros políticos, y, además, obedecer sin dudas ni murmuraciones las órdenes de Alan García Pérez.

En noviembre de 1980, pocos meses después del regreso de Fernando Belaunde Terry a la Presidencia de la República, luego de su aplastante victoria del 18 de mayo de ese año, quien ganó la Alcaldía con Acción Popular fue el abogado Luis Armando Lozano Lozano. Quedó en segundo lugar el ingeniero Rony Valera Suárez por 143 votos de diferencia. Hubo varios apristas que por la estrechez de la victoria corrieron la voz que el APRA ganó la principal Alcaldía del entonces departamento de Loreto. En ese tiempo el período edil era de tres años. Así que había que esperar solo 36 meses para que el catedrático de la UNAP juramente como Alcalde.

El 13 de noviembre de 1983, ganó las elecciones Rony Valera. Obtuvo el 49 % de los votos. Más de 11 mil votos de diferencia con el candidato de Acción Popular. Rony Valera se instaló en el sillón consistorial en enero de 1984 y gobernó la provincia hasta 1986, en 1989 volvió a postular por el APRA y perdió ante el FREDEMO, luego fundó un movimiento independiente con el que postuló otra vez sin mayor éxito. Por su puesto que nunca más ganó una elección popular. Provocando que los apristas y sectarios, que a veces son sinónimos, repitieran aquello que “todo aprista que sale del Partido no vuelve a ganar una elección”. Rony sabía que su caudal electoral estaba consolidado en su propio perfil y siempre mostró independencia ante el Presidente de la República. Se enfrentó con inteligencia a Fernando Belaunde Terry y, también, a Alan García Pérez, tanto así, que hasta sus opositores reconocían esas cualidades y, por ello, lo respetaban. Y tenía como regidores a opositores formados política y profesionalmente, tanto acciopopulistas como izquierdistas. Juan Checkley Iberico, Iván Rengifo García, Tito Reátegui del Castillo, Manuel Zegarra Tuesta, son sólo algunos de los nombres que demuestran que los concejales eran otro lote. Por el APRA también había con esas condiciones. Ernesto Salazar Sánchez, Severo Linares Prado, Nilo Zumaeta Flores, entre otros.

El 9 de noviembre de 1986 el químico farmacéutico y docente Máximo Ruperto Meléndez Cárdenas ganó las elecciones municipales en Maynas con el 39 % de los votos, cuando la “avalancha” alanista copaba todo en sus primeros meses de gobierno nacional. Los apristas, jugando siempre a la doble cara de la moneda, gritaban por plazas, calles y radioemisoras que lo conveniente para Maynas era que los compañeros estén en el gobierno nacional, regional y provincial. No lo llamaban “copamiento”, cuando en realidad ese era el comportamiento. Don Máximo llegó a la Alcaldía con regidores como Demetrio Hernández, Carlos Noriega, Armando Dávila (padre del actual regidor Steve Dávila), Jaime Moro Sommo, Teddy Terrones La Torre. Por el VOGA, grupo que fundó a su imagen y semejanza José Silfo Alván del Castillo, estuvieron como regidores Carlos Acosta Ross, Julio Serván Perea, entre otros. El sindicalista Augusto Cárdenas Greffa, no por Izquierda Unida sino por el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) fue elegido regidor. Víctor Rodríguez Rebaza fue elegido por IU, y no hay mayores datos de ese izquierdista. Por el MRL, ese movimiento que un abogado de nombre Jorge Luis Donayre Lozano fundó a su imagen y semejanza, repitió el plato el arquitecto Tito Reátegui del Castillo, empresario de la industria de la construcción. Cualquier parecido con la actualidad no es mera coincidencia.

En 1981, siendo la segunda fuerza política, el APRA con sus regidores metían a los compañeros para hacer la transformación que Maynas necesitaba. Querían hacer historia. Querían cambiar Maynas. Fueron los años previos a su instalación total en el Municipio de Maynas. Pero no entraba cualquiera. Eran pocos los contratados que mantenían su independencia ante los entonces conocidos como los “choclitos” y “galletones”. Unos manejados por el médico cirujano Enrique Pinedo García que se ganaron esa estigmatización, tan común en el aprismo, porque en ese tiempo había una sección “La banda del Choclito” en el programa cómico “Risas y Salsa” que era comandado por un carismático enanito. Otros, manejados por el entonces diputado Orinson Pardo Mattos, eran conocidos como los “galletones”. Término que era una parodia hacia sus integrantes porque esa palabra se usaba hacia quienes eran simpáticos, guapos pues. Evidentemente la mayoría de sus integrantes carecían de esas condiciones, es irrelevante mencionarlos, pero ellos son, ahí están, paseándose desde esa época por las más diversas entidades públicas. Ambos alcaldes apristas sufrieron los embates de cada grupo. Uno de los “galletones”, cuyo nombre me pide encarecidamente que guarde en reserva, recuerda esos tiempos con cierta nostalgia y mofa. Sigue en la administración edil, recuerda los escándalos difundidos soterrada y, a veces, abiertamente, por los apristas de ambos lados. Fueron los años 1984-89 que ingresaron a la Municipalidad apristas, apristones y más, a diestra y siniestra. Unos por “galletones” y otros por seguidores de los “choclitos”. Quedan pocos, pero quedan. Entraron a trabajar jugadores de un equipo de fútbol que tenían el respaldo de quienes eran funcionarios ediles. Muchos de ellos no cumplían los requisitos mínimos. Así se conocía los negociados que hacían para comprar la pintura que debería servir para mejorar la señalización de las calles y en el que estaba comprometido uno de los regidores. La más tenaz y prolongada crítica que se hacía era a un trabajo de reasfaltado de la ciudad por una empresa que no se mencionaba con su nombre sino con la frase “engañamotelo”, que todos sabían que se trataba de la que años después fue conocida, y desaparecida, por sus vínculos con el caso Odebrecht.

Por eso, cuando en la administración de neoapristas o exapristas se revelaron casos similares de pugnas y contratación de personas que perjudican a la provincia, hay una frase que la representa: “El Apra nunca muere… en el Municipio de Maynas”. Un sindicalista me confiesa que actualmente la MPM tiene cerca de 2500 trabajadores y podría funcionar perfectamente con 1500. Y añade que no se debe olvidar que ese hacinamiento burocrático comenzó con los dos apristas elegidos alcaldes y que es un mal que se ha transmitido de gestión en gestión y que ningún alcalde, a excepción de Jorge Chávez Sibina con ayuda del fujimorismo, se atrevió a enfrentar y fue derrotado en el intento.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí