El anhelo destronado
El primer poemario de Gerald Rodríguez Noriega, “Tierra con mal”, cerró el enero de libros de este 2013, jornada imaginada e impulsada por Tierra Nueva y auspiciado por distintas entidades generosas del medio. La obra es un reclamo por el retraso o la perversión del temprano sueño de la Mejor tierra o Tierra sin mal, primera utopía surgida en el planeta de bosques con aguas. Los moradores ancestrales también imaginaron el paraíso en la fronda. El anhelo siempre destronado, la ilusión perpetuamente postergada, marca la historia de esta parte del país. Pese a todos los desastres y las desgracias, pese a las caídas y los pesimismos, la utopía inaugural todavía late, todavía insiste en su promesa de una vida plena y un mundo mejor. En seguida, un par de poemas de la obra.
UNA OLLA VIEJA
Mamá heredó una olla.
Si tiene poco de chatarra es porque
es lo mejor que haya heredado.
Es vieja, negra y con golpes de años.
Mamá cocina en ella una esperanza.
La esperanza de un país,
De los vecinos que durante el día
Comieron migajas que soltó el tiempo.
La olla negra y vieja está solitaria ahora.
Ella es toda en un pedazo de cocina.
Todos la miran y nadie la escucha.
Ahora nadie la recuerda.
El fuego que acabó con ella
dejó sus marcas dolorosas.
La olla está vacía y dura.
Ella solo quiere que alguien la escuche.
AÚN NO HE MUERTO A UN HOMBRE
Aún no he muerto a un hombre
Y no sé cómo sentirme.
Me pregunto si eso es malo.
En esta ciudad con sed de vida.
El tiempo entra errante hacia la orilla de mi voz.
¿Cómo me podré calmar la sed de vida si el vaso está lleno
de figuras errantes, si el agua son flores exiliadas
con una gota de leyenda?
Me embriagué con flores
mientras que en el mundo perpetúe la sed.
Beberé mariposas domadas y frescas.
Me emborracharé con nubes salvajes
hundidas en la proximidad cósmica.
Aún no he muerto a un hombre.
Y seguro tengo las manos manchadas.
Las otras manos desangran gargantas
de ángeles callejeros sin dedos de alma.
Y sólo estás manos cogen un vaso lleno
de un sueño que habría de ser oscuro.
Este no es el lugar donde el diluvio del hombre
dejó rozando su desgracia.
Este es el prado del Angel salvaje
donde habita la luz ausente, la luz azul,
un espectro de cielo que huye del hombre.
Aquí solo suena un esqueleto de canto.
Aún no he muerto a un hombre
y sin haber muerto me acostaré entre los muertos
a soñar la boca triste, el corazón asfaltado.
Y mi sueño bogará hacia pájaros ahogados.
Y dejaré huérfana la sangre de mis lágrimas.
Pero solo tengo catorce años.
Y no sé como sentirme cuando mate a mi primer hombre.
Gerald Rodríguez Noriega (Iquitos, 1984). La vocación literaria se le apareció temprano y fue incentivada por lecturas de Julio Ramón Ribeyro y otros buenos autores. Cursó estudios superiores en la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana y realizó estudios de Postgrado en San Marcos. En el presente, se desempeña como maestro de aula y colabora en el diario Pro & Contra. “La tierra con mal” es su primer libro. Tiene algunas obras inéditas.