En un sanatorio animal de Plymouth diestros veterinarios se sacaron la mugre para salvar la vida de una mascota que se extravió en los discutibles consuelos del consumo de alcohol. El tratamiento fue intenso, duró más de un mes y consiguió que el can recuperara la salud y la energía ladradora. En el presente el perro bebedor se porta como lo que es realmente y ladra, sacude las orejas, mueve la cola y se alimenta como todos los canes. Pero ello puede ser una ficción y el referido puede volver a las andadas y caer de nuevo en el alcoholismo. ¿Cómo fue que esa mascota se metió a chupar como un condenado?
La mascota borrachuda se llama Coco, es un cruce de labrador con retriever, tiene 2 años y cuando se apega al vaso no tiene control, como tantos humanos acostumbrados a la vida tabernera y al seco y volteado. Sucedió que la mascota de esta crónica vivía normalemente su vida de perro. Todo cambió cuando su dueño, por descuido u olvido, dejó afuera los licores que acostumbraba beber. No se sabe qué impulso misterioso, qué fuerza secreta, hizo que la mascota se interesara en las bebidas descuidadas. La cuestión es que Coco constantemente da muestras de una perra bomba en casa. Es decir, había caído en el alcoholismo como si fuera el dueño de los licores.
No se tiene noticias de alguna incursión de la mascota en algún surtido y concurrido bar. Tampoco se conoce si es que el can buscaba a otros perros para incitarles a chupar hasta las últimas consecuencias. Es posible entonces que Coco bebiera solo y a escondidas, lejos de la borrachera habitual de su dueño y lejos del cuidado de su salud perrestre. Beber en exceso siempre es dañino para cualquier cuerpo. Eso no lo sabía la mascota que no paró la pata y siguió dedicado a beber sin tregua, hasta que tanto consumo le complicó la extraña existencia lejos de su condición de mascota hogareña.
El alcoholismo de la mascota nos llama poderosamente la atención. ¿En qué mundo vivimos si todo el mundo con 2 o 4 patas se dedica a emborracharse? ¿El ejemplo de Coco puede contagiar a nuestros perros? ¿Otros animales, domésticos o remontados, pueden volverse chupadores? Nada podemos contestar, pero es posible entonces que hasta los animales domésticos caigan en la muca diaria. Es como si en el presente no hubiera frontera entre hombres y animales. No se descarta tampoco que dentro de poco los gatos también se dediquen a la bebida. Entonces se podría fundar tabernas para esos animales maulladores.
En la Amazonía del Perú, lugar donde se bebe con ahinco y frenesí, pero sin la compañía de cualquier mascota, el bebedor Coco concitaría la aprobación unánime. Porque sería toda una novedad que un perro haga el salud de rigor y frecuente el empinamiento del codo. Es posible que la moda bebedora haga que los dueños enseñen a beber a sus mascotas. A ese paso pronto tendríamos una ciudad bastante turística con sus animales, y los humanos, dedicados noche y día al consumo de tantos licores.