El silencio ante los perros vagos
En otras partes, el tema de los perros gordos, de los canes obesos, se ha convertido en una emergencia social. En esas condiciones de encebamiento, esos especímenes ya no pueden ser los mejores amigos del hombre, no pueden ni cuidar los bienes familiares, mucho menos ladrar a los ladrones nocturnos. Entre nosotros, atrasados en casi todo, los perros que más nos afectan nada tienen que ver con el desborde gastronómico ni los excesos culinarios. Muy por el contrario, tienen que ver con el hambre perruno. Andamos tan mal que la pobreza también afecta a los mastines, las mascotas, los cancerberos. Ello permite que existan perros errantes, perros vagos. Esos ejemplares, sin dueño y sin hogar, sin el pan de cada día, que van por las calles atestadas, los mercados populosos, los restaurantes, buscando comida hasta en los desperdicios, no tienen solución a la vista.
Entonces pueden quedarse hasta siempre con nosotros, rondándonos como una peste urbana. Porque la mayoría de los actuales candidatos han soslayado el tema, no han dicho ni pío, salvo uno de ellos, don Charles Zevallos, quien ofreció castrar a todo can que ande a solas y en trance de buscar alimento. Una barbaridad perricida por donde se le mire. Una entidad que defiende a estos seres de cuatro patas y un rabo, acaba de conminar a los candidatos para que incluyan en sus planes de gobierno, en sus serias propuestas de gestión, a esos animales desventurados que por uno u otro motivo han perdido soga y cabra y no tienen ni dónde caerse muertos.
El tiempo pasa, ya se acerca el día central de las elecciones y los candidatos se hacen los desentendidos ante ese espinoso asunto. Nada que ver con los perros vagos, parece ser la consigna de estos señores. Pero resulta que los perros vagos merecen la atención de los que buscan el poder. Ninguna sociedad puede avanzar si es que no soluciona sus más apremiantes problemas, si no pone orden en lo más elemental. Y permitir que los perros errantes y vagos sigan en lo mismo, sería una muestra de incapacidad primaria. ¿Qué esperar entonces de esos candidatos que muestran silencio ante un problema cuya solución no es tan ardua?