La víctima de las ánforas
El candidato avícola que, según callejera propaganda, en el Congreso ponía eso que pone la gallina, tiene una obsesión por hacerse la víctima, por causar pena ante tanta adversidad real o inventada. En la campaña, de repente, acusó a otro candidato de preparar una fulminante emboscada contra él y sus cocorocos y su respetable familia. Nunca ocurrió ni el menor ataque y él pudo seguir en la contienda. Cuando la entidad electoral le sacó de la campaña política, por evidentes delitos contra la ley, volvió a acusar al candidato de haber maniobrado en su contra. Pintó un cuadro tenebroso sobre pagos oscuros para liquidarlo. Entonces se sentía seguro ganador.
En efecto, iba ganando, según sus propias encuestas, según su propio deseo. En muchos sectores de la ciudad, el señor Jorge Mera iba a arrasar en el campo de las urnas. Pero la realidad fue otra luego de la votación del ya pasado 3 de octubre. Ahora y en la hora de su propia derrota, el candidato cantador en las madrugadas vuelve a hacerse la víctima, a buscar dar pena, mencionando la palabra fraude. Según su parecer, el candidato que va ganando le ha robado el triunfo. Para ello ha apelado a mañoserías, pillerías y hasta la presencia de un hombre de Yanashi que supuestamente participó en la matrería. Pero hasta ahora no aporta ninguna prueba sobre lo que dice.
El señor Jorge Mera, en vez de andar con sus quejas y lamentaciones, debería ser más cauto, debería entender que no siempre se puede ganar. Y no hacerse pasar como una víctima de las ánforas recientes. Porque no le cabe tal penuria. Antes de tanta jeremiada debería analizar fríamente las razones por las cuales no pudo alcanzar el trono del gobierno regional. Y, mirar hacia adelante, pues la vida no se acaba con el resultado de una votación.