La visita fugaz de una funcionaria
En el desatado combate contra el letal dengue hemorrágico deberíamos contar con el impulso descabellado del general Kundzt. Era este un alemán de armas tomar que arrendó por estos lares de pestes reiteradas y pretendió inventar una máquina de matar zancudos. No consiguió su afán de exterminio del insecto usurpador de sangre y provocador de muertes, pero ese improbable aparato es más real que la ayuda desde las entrañas del centralismo, desde Lima de los terrores. Esto queda claro como el agua después de la efímera, fugaz y hasta ofensiva visita de la vice ministra de salud, Zarela Solis.
Nadie sabe a qué demonios vino una funcionaria subalterna, sin capacidad de decisión, sin autoridad para tomar medidas en el acto, sin ganas de involucrarse en el terror colectivo en que vivimos en estos tiempos. Vino de paseo, en peregrinaje turístico como si con ella no fuera la cosa. No está demás suponer que la susodicha debió pensar que todavía vivimos entre culebras y saurios, que todavía adoramos al fuego y al relámpago. En el pasado nos llamaban chunchos como algo despectivo, incivilizado, bárbaro, canibalesco. Esa categoría, donde late el desprecio, sirvió para muchas barbaries como la cacería sanguinaria de indios e indias ordenado por el gran mariscal Ramón Castilla.
En la lejanía de la Costa acabaron los cabecillas de una de las insubordinaciones más heroicas que estallaron en estas marañas. La metáfora es rotunda. La Costa, donde vive y trafica el poder de turno, de entonces, de todavía, sigue siendo un destierro para los amazónicos. Lejos del Perú, en la periferia del país, no tenemos más alternativa que luchar contra los males con nuestras propias fuerzas, antes del veredicto definitivo del patíbulo de las pestes de antes y de hoy.