La quiebra de la biblioteca
La biblioteca, para el invidente Borges, era explicación del universo. En sus laberintos, poblados de libros y de autores, él encontró una forma de dicha. Nosotros, hemos hallado la desgracia. En comprender un texto ocupamos el último lugar. En la cola estamos y somos incapaces de hacer algo para salir de esa ubicación. Peor. Buscamos ir más al fondo, como si existiera algo más terrible que la retaguardia. No conocemos ninguna campaña, sería y radical, que haga de la lectura el centro de la vida cívica. Mejor es esconder la cabeza, disimular la gravedad del hecho y vacilarse hasta las últimas consecuencias. El asunto es todavía más grave con lo que viene ocurriendo con la Biblioteca Amazónica.
El jesuita Francisco de Aguilar fue el primero que quemó libros, escritos y apuntes en estas tierras. Esa vocación incendiaria no requiere del fuego para prosperar. La biblioteca amazónica está quemada, en realidad. O, lo que es lo mismo, quebrada. No por falta de lectores, pues esos podrían llegar de un momento a otro, sino por falta de dinero. No hay plata en el presupuesto acostumbrado para que siga funcionando. Plata hay para otras cosas, pueriles, ridículas y vanidosas. No para mantener ese lugar. Así las cosas, hemos renunciado al porvenir donde el conocimiento es la mayor riqueza. ¿Qué lugar ocuparemos, como ciudad, como región, en comprender un texto con la biblioteca cerrada para los de acá?
Lo peor de todo es que los ciudadanos de hoy, unos más y otros menos, hemos renunciado a esa forma de dicha que tanto fascinó a Borges. Y a otros, por supuesto. La intensidad de la vida, el enriquecimiento de la experiencia humana, la plenitud del instante, se fueron al tacho. Solo una sociedad inerte, embrutecida o estupidizada puede permitir que se cierren las puertas y las ventanas de su mejor biblioteca.
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y anduviese perdido en la calle, no pediría un pan, mejor pediría medio pan y un libro. Critico fuertemente a los que sólo hablan de reivindicaciones económicas, sin mencionar nunca las culturales, que los pueblos están pidiendo a gritos.
Es magnífico que todas las personas coman; pero es mejor que todos tengan saber. Que gocen de todos los frutos del espíritu humano, porque lo contrario sería quedar convertidos en máquinas al servicio del Estado, convertidos en esclavos de una terrible organización social y peones de este criminal sistema.
Lamento mucho más, que alguien desee saber y no pueda, que el que alguien pase hambre. Éste aplaca el hambre con un pedazo de pan o con algunas frutas; pero quien tiene ansia de saber y no tiene los medios sufre una profunda agonía, porque son libros, libros, muchos libros, lo que necesita. ¿Y dónde están esos libros?
¡Libros! ¡Libros! Palabra mágica que equivale a decir: «amor, amor”, y que los pueblos debieran pedir como piden pan o anhelan la lluvia después de la siembra.
Cuando Dostoievski, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, se encontraba prisionero en Siberia, aislado del mundo, metido entre cuatro paredes y rodeado de desoladas extensiones de nieve infinita, en una carta a su familia pedía que le socorriesen: «¡Envíenme libros, libros, muchos libros, para que mi alma no muera!”
Tenía frío y no pedía fuego; sed y no pedía agua; pedía libros, o sea horizontes, peldaños para subir al ápice del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural en un cuerpo hambriento, provocada por el hambre, la sed o el frío, dura poco, muy poco, mientras la del alma insatisfecha dura toda la vida.
Cuanta carencia visionaria, cuanta insensibilidad, cuanta ignorancia y cuanta apatia de nuestras autoridades frente a esta situacion. Estamos obnubilados por lo material, por lo superfluo, por lo intrascendente. Lo humano ya no existe, el alimento al alma y al espiritu lo cambiamos por el señor dinero, por la moda, por la apariencia, obsesionados por los perfumes, las fiestas y las borracheras. Nos desvelamos y nos matamos por escalar y lograr otro nivel socioeconomico pisoteando al que esta a nuestro costado, aspiramos a mas posesiones, terrenos, bienes y a incrementar nuestra cuenta corriente; somos maquinas de hacer dinero. La falta de lectura nos ha deshumanizado, somos bestias de carga porque nos han metido en nuestra cabeza que podemos ser «exitosos» por cualquier medio ¿algun candidato al congreso podrá darse cuenta de lo que estoy escribiendo?
La lectura es el alimento del alma y la base para desterrar la ignorancia y por tanto para salir del subdesarrollo. ¿saben ustedes en que gasta un niño frances sus propinas? EN LIBROS.
HAY MUCHO QUE ESCRIBIR SOBRE ESTE TEMA.
Saludos.
Realmente es sorprende leer, «que la biblioteca regional atiende a lectores extranjeros, y no alectores locales». Quién dijo eso, es mejor no estar en la biblioteca. La han hecho pasa al libro Guinnes, por esta discriminación. Que se cre un impuesto a tanta fiesta que estan aperturadas a todos los tipos de pobladores. Que las autoridades regionales, municipales y el pueblo en general, participe de ello.
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