A los lugares que vamos para los posibles itinerarios solemos rescatar algunos de los libros de viajes y otros de nuestra propia cosecha, que nos han contado amigas o amigos o hemos leído por curiosidad en un libro o una revista y los resultados son alentadores, en Túnez anduvimos por las mismas huellas de Flaubert o Paul Klee. Así en los libros de viajes y otras voces de amigos o amigas, dicen poco sobre Roger Casement, persona importante con cuyos informes denunció el asesinato, muertes y maltratos en África y en el Putumayo, en la Amazonía peruana. Luchó por la dignidad humana, por seres como nosotros que andaban sujetos a tratos inmisericordes de sus patrones. Era necesario devolverle simbólicamente la visita y rendirle muestro agradecimiento por lo que hizo, fue de enorme valentía, sobre todo, por el entorno en el cual se movía, tuvo que mantener los ojos bien abiertos y apenas pestañear. Así que mapa en mano trazamos nuestro recorrido hasta Glasnevin Cemetery. El cielo estaba gris (me recordaba al de Lima o Bilbao) y cayeron unas gotas de lluvia. Al llegar al camposanto nos encaminamos a la oficina de información –sobre nuestra cabeza rondaba el vía crucis para encontrar la tumba de César Vallejo en Paris o la frustrada búsqueda de Ezra Pound en Venecia, y allí nos indicaron más o menos por donde estaba. Había anuncios de una lectura sobre Casement para el día siguiente hecha por un historiador. Salimos de la oficina y a unos cuantos pasos estaba la tumba de Roger Casement. Al verla me afloraron muchos sentimientos, recuerdos. Leía “Tumbas de poetas y pensadores”, libro de Cess Nooteboom, un escritor holandés, sobre las romerías alrededor de las tumbas de escritores y mencionaba que era un ritual simbólico porque ni su cuerpo y alma estaban allí, salvo el nombre, yo añadiría. A igual que este a Casement. Le contaba en monólogo interior frente a su sepulcro lo revuelto que andaba la floresta, que la injusticia todavía se saborea en el café diario como el de los Kukumas damnificados de Cuninico, en el Marañón, y que el Estado da la espalda a las reclamaciones. Que allí no hay tregua, no se descansa. Estar en silencio al pie de su tumba era redoblar más el compromiso por este mar verde. S recogió una flor y una piedra que dejó en la tumba de este irlandés libertario.

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