Hoy –luego de un periplo que pretendo sea interminable- se inaugura en el Salón de Exposiciones Temporales del Museo Amazónico de Iquitos –confieso que no me gusta para nada este nombrecito seguro salido de alguna gaveta burocrática- la muestra fotográfica sobre la época del caucho. Quizás el mayor y mejor documento visual que revela una parte de la historia de esos años pomposos y tenebrosos de inicios del siglo pasado. A pesar que todas las exposiciones –sea en Madrid, Valladolid, La Habana, Lima, Yurimaguas, Trujillo- me competen de alguna forma confieso que he sentido reiterativamente orgullo por lo ajeno. Por lo que hicieron otros, quiero decir. Orgullo por el trabajo de otros que es, al menos así lo siento, un poco de envidia mezclada con asombro.
Por algún designio del destino he participado en la publicación de la mejor novela que se ha escrito desde la floresta referida a los personajes y acontecimientos caucheros. Me refiero al “Búho de Queen Gardens Street” que no es otra cosa que la búsqueda novelada de ese indígena que partió a Europa y se perdió en los vericuetos londidenses. Ese muchacho llamado Juan Aymena es todo un símbolo. Olvidado por la historia oficial, es verdad. Rescatado gracias a la pluma de Miguel Donayre Pinedo, que luego de las investigaciones documentarias sobre la época ha tenido la maravillosa decisión –seguro como una forma de matar los demonios que encontró en los sótanos del Palacio de Justicia- de llevar a la ficción lo que la realidad nos ha dejado. Es un libro necesario para grandes y chicos.
Por otro designio del mismo destino he tenido algo que ver con la publicación de “Arana, rey del caucho”, un estudio entre ensayo y novela sobre el hombre del que se han tejido las versiones más descabelladas y surrealistas. Escrito por el argentino Ovidio Lagos, este texto nos lleva geográfica y biográficamente por los caminos del que fue conocido como “el barón del caucho” que llegó a ser congresista –y por ende nuestro representante- y paseó su elegancia por los lugares más exclusivos de la burguesía limeña y londinense y terminó con un nicho paupérrimo en el cementerio Presbítero Maestro al que ni siquiera sus familiares acuden para una plegaria. Es un libro de cuatrocientas páginas que todo estudiante debe ojear y hojear.
También por el designio del destino he trabajado para que “Época del caucho: imágenes del terror” sea publicado con los estándares de calidad que el tiempo impone. En una combinación de imágenes extraídas del álbum de fotografías que tomó Silvino Santos acompañando entre agosto y octubre de 1912 a la Comisión Consular y los textos bien enterados de Percy Vílchez Vela el libro nos grafica una realidad que parece de novela. Tanto así que uno al leer puede dejar de distinguir entre la realidad y la ficción. Entre lo real e inventado. Hecho en un formato manejable para todos los estamentos este trabajo tiene que estar –o, mejor decir, debe estar- en todos los hogares loretanos.
Los tres trabajos aquí señalados abordan un solo tema: el caucho. Este trío bibliográfico nos muestra una época que va ser recordada con más insistencia por estos días. Ojalá que no sea efímero y más temprano que tarde todos los alumnos egresen del colegio conociendo lo que fue ese período extractivista que tanta sangre derramó y que tanta riqueza dilapidó. Si eso sucede se habrá justificado el esfuerzo novelesco de Donayre, la rigurosidad investigativa de Ovidio y la persistencia temática de Vílchez, de cuyos trabajos tengo cierta envidia. Pero más orgullo, “de verdacita”, como decía de niño cuando alguien dudaba de mis aseveraciones.