En este domicilio de transición me he puesto un plan para ir descubriendo nuevos lugares, todo es nuevo para mí. Casi siempre paso por la estatua de Goya, gran pintor español que lo perseguí en Burdeos, que está a unos minutos de la casa de mi suegra. Así que cuando salgo a caminar suelo hurgar nuevos caminos. Hay que trazar nuevas cartografías, es mi propósito estos días. El paisanaje se llena de personas mayores. Desde que hemos dejado la cuesta del Olmo han pasado muchos días y no parece. En estos garbeos vespertinos he descubierto un paseo peatonal, mi temor es que dentro de poco ese mal civilizatorio llamado bicicleta estará inundando este apacible camino peatonal. Me explico: más que las bicicletas son por quienes las conducen. Son unos bichos que atentan contra la tranquilidad, les importa un pepino si hay viandantes, ellos y ellas tienen activado el gen del egoísmo: yo, yo y yo, arrasan por donde están. Cada día estamos nos sumergimos en este solipsismo sin nombre. F había leído que en el Parque del Retiro, en el Palacio de Velásquez, exhibían a un artista japonés Tetsuya Ishida que estará hasta los primeros días de septiembre. No animamos a ir un sábado. La muestra tiene por título “Autorretrato de otro”. Este joven pintor nipón se quitó la vida arrojándose a las vías del tren. Vivía muy austeramente y con trabajos precarios que le servían para pagar las clases en la escuela de pintura. Ha sido un grato descubrimiento cuando hablamos de las sociedades del norte y del egoísmo como aquellos que conduce una bicicleta. Ishida a través de la pintura retrata la sociedad industrial de Japón. Cada uno viviendo dentro de la “normalidad” laboral de trabajar sin alma en la rutina y en un contexto muy mecanizado. Alguien comentaba en un periódico que hacía guiños a Kafka, seguro, pero va más allá del escritor checo. Sus lienzos me recordaban a la soledad narrada por Murakami en “Tokio blues”, seres con el alma secuestrada. El rostro de los personajes de Ishida es como si caminaran al cadalso diariamente en esta sociedad donde no hay respiro para mirar al otro como el que conduce la bicicleta que solo piensa en él.
P.D. Escrito hace más de un año
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