En la esquina de cualquier calle de Iquitos es habitual ahora encontrarse con un hombre bajo y corpulento que insiste en hacer colectas públicas para salir del paso. Se trata del antiguo alcalde de Maynas, don Francisco Sanjurjo, que un buen día decidió apelar a la chancha para reunir los billetes necesarios para ofrecer una recompensa. La fortuna quiso que funcionarios y trabajadores ediles tuvieran en ese momento el molido correspondiente y en un santiamén pudieron reunir el billete esperado que era de 5 mil soles. Esa cantidad fue entonces ofrecida como recompensa para la captura del sospechoso de haber cometido un brutal crimen. El tiempo pasó raudo y no apareció el datero o denunciante y los 5 mil soles quedaron allí, acumulados en una cuenta de ahorros. Entonces el burgomaestre se dio cuenta del éxito de la colecta y decidió recurrir a esa modalidad para hacer las obras que faltaban en la provincia.
Ese fue el tiempo en que salieron del municipio de Maynas trabajadores uniformados que pedían a los transeúntes alguna colaboración voluntaria para la ejecución de varias obras pendientes. Esos servidores estaban en todas partes, aparecían cuando menos se les esperaba y lograban recaudar cantidades respetables. Lo más colosal era el momento en que el mismo alcalde salía a las calles con su lata o su bolsa. De frente se iba hacia los lugares donde la gente se aglomeraba y no vacilaba en pedir dinero para ejecutar algunas obras que ya tenían expediente técnico. Fue así como se logró reunir dinero suficiente para siquiera empezar algunas obras. La gente sacaba dinero de donde fuera y entregaba su cuota con convicción porque estaba segura que esa era la mejor manera de agenciarse de fondos para hacer las obras. Todo marchaba bien hasta que hubo una denuncia contra el alcalde por la manera en que recaudaba el dinero.
Hasta ahora no se sabe cuánto dinero había juntado en varios meses el alcalde. Solo se conoce que el mismo fue vacado de su cargo por la autoridad electoral. El no podía hacer ninguna colecta porque tenía un presupuesto mensual para sus gastos. Después que salió del trono consistorial, el señor Sanjurjo se empeñó en seguir haciendo la colecta con el pretexto de que lo que ganaba no le daba para vivir. Fue así como la ciudad de Iquitos se acostumbró a vivir con un personaje que no vacilaba en pedir colaboración monetaria a los unos y los otros para seguir viviendo.