Por: Gerald Rodríguez N.

No me es extraño, que en el mundo donde habitamos, algunos aspectos de nuestra sociedad se rijan por la moda, incluyendo a la “gramática feminista” que, valga decir, se ha convertido en una moda elitista, sexista, discriminatoria y excluyente. Soy escritor, pero tampoco soy monaguillo en algunos aspectos lo que rige la Academia de la lengua, siento que el lenguaje debe evolucionar en la medida que sus grupos de hablantes lo requieran, pero ¿imponer una forma sexista de hablar es una necesidad de los hablantes de la lengua de Castilla? Creo que los derechos de igualdad y reivindicación de oportunidades igualitarias de las mujeres no pasan por desdoblar la lengua en masculino y femenino, para que se sientan reivindicadas, pienso que las feministas del pasado, filósofas ellas, nunca se hicieron problemas por esto.

Pero ¿dónde está la raíz de la desigualdad entre hombres y mujeres? ¿acaso lo está en el lenguaje? Pienso que una batalla que no ha vencido todavía el feminismo en el Perú, es que la mujer todavía se realiza en el mundo como un cuerpo sometido a tabúes y estereotipos, que sirven como excusas para legitimar la más evidente discriminación social. En la forma como nacieron las lenguas en el mundo, inclusive el castellano, no fue con el objetivo de discriminar a la mujer, la lengua que hablamos todos no es un estereotipo masculino, ni excluyente, ni discriminatorio, es una creación humana, por necesidad comunicativa, profundamente humana del varón y la mujer. No se ha terminado de entender la situación de desigualdad y subordinación de las mujeres en la sociedad, y ¿creemos que la lengua es el principal elemento que excluye a la mujer de su papel en la sociedad como ser igualitario al varón? Pero si esta postura no es feminista, ¿acaso no son las redes sociales las que vienen desdibujando las fronteras legítimas del verdadero feminismo? En el largo camino que tiene la mujer de reconquistar su identidad, sus propósitos y sus ideas, no está la desnaturalización de la lengua, porque la gramática de toda lengua responde a una serie de convenciones seculares, milenarias, sedimentas en formas de reglas, de hábitos y de rutinas, de muy lenta transformación, y entender finalmente que el masculino no refleja sexo, lo que refleja es una convención indiferente al género. Pero si se desdoblara el lenguaje a un lenguaje “feminista”, como por ejemplo decir “todes” en una reunión donde también están presentes algunos varones, podríamos decir que esa “gramática feminista” es una herramienta poderosa para excluir, porque esa es su única finalidad. 

Todos los hablantes somos dueños de la lengua, todos podemos hacer lo que queramos con ella, porque todos somos sus dueños, pero si recordamos que la lengua funciona en tanto que es una convención social y que todos estamos de acuerdo en que sirve y significa algo, entonces las iniciativas grupales de desdoblar el lenguaje no tendrían éxito gramatical. La lengua es un repositorio de hábitos, de tradiciones, de rutinas y nunca cambia por un decreto. Los que digan que el lenguaje responde a un sistema patriarcal, es porque conservan un desconociendo profundísimo de la historia de la lengua. Y si el empeño de esa lucha persistiera, de acá a poco se lanzaría también una “gramática homosexual” o una “gramática transexual”, y así, todas las minorías crearían sus gramáticas, y el mundo sería, literalmente, una torre de Babel.