Por: José Augusto Vargas Fernández.
No sintió dolor, solo el zumbido caliente en su garganta, por un breve momento el olor de sudor y caña cubrió su memoria, y el grito detenido por el plomo, entre borbotones rojos ¡Viva el APRA C…¡. Manuel, el “Búfalo” Barreto, el trabajador del cañaveral, dirigente obrero, yace sumergido en sangre y arena, cayó, pero no cayó la revolución. Alfredo Tello, 23 años, maestro, remplazó a Barreto, y condujo el movimiento.
La insurgencia era necesaria, una obligación cívica. La dictadura de Sánchez Cerro, había promulgado la Ley de Emergencia Nacional, declarando ilegal al Partido Aprista, cerrado sus locales, apresando y asesinado a sus militantes. El 24 de Diciembre de 1931, el día de Navidad, la tropa asalto el local del Partido Aprista en Trujillo, matando 10 apristas, en Enero de 1932, se clausuró el diario “La Tribuna”, en Febrero fueron desaforados y desterrados los congresistas apristas, en Mayo, fueron fusilados 8 marineros, todos ellos menores de edad, acusados de apristas, el mismo mes de Mayo, fue apresado, procesado y encerrado en “El Frontón”, Víctor Raúl Haya de la Torre. Cientos de ciudadanos llenaban las cárceles, por expresar y defender sus ideas. La revolución estallo el 7 de Julio de 1932, se expandió como reguero de pólvora, la Libertad, Ancash, Cajamarca, Junín, Cerro de Pasco, sacudió el país de Tumbes a Tacna. Las noticias convulsionaban Loreto.
El aprismo, nace como un vendaval cívico, contra la oligarquía incapaz de distribuir, representa a las nuevas clases sociales, medias y populares, aspira a cambiar el modelo agroexportador tradicional por otro fundado en la industria y el mercado interno. Propone reforma agraria, acabar con los latifundios, agreguen a eso que con el aprismo, por primera vez las masas: obreros, campesinos, estudiantes, amanecen a la arena política.
Es conveniente resaltar, que nunca renuncio a la defensa de las libertades ciudadanas, es una constante indiscutible en la historia del aprismo, su terca defensa de la democracia. Ya en 1931, Haya había dicho, que quería una sociedad que garantizara el Pan y Libertad. Pero si las puertas de la legalidad se cierran, si la fuerza de las armas del gobernante, pisotea los derechos fundamentales y rompen el régimen constitucional, solo queda el camino de la insurgencia. Esta es teoría democrática liberal pura, no marxista o anarquista. En 1679, John Locke, uno de los fundadores del liberalismo político, dice en “Dos Tratados sobre el Gobierno Civil”: “…si el gobernante usa arbitrariamente su poder, se pone así mismo en estado de guerra respecto a su pueblo, el cual queda por ello, libre de seguir obedeciendo…”, dice más adelante: es legítimo “…usar la fuerza para impedir que se ejerza una fuerza injusta e ilegal”.
Estallada la Revolución, el dictador Sánchez Cerro, desde palacio de gobierno, prepara la venganza. Otros miles mueren bajo el fuego de la represión.
El 30 de Abril de 1933, en el hipódromo de “Santa Beatriz” (hoy “Campo de Marte”); no vio venir al atacante, la primera bala dolió físicamente, pero también en el alma, pues pensaba morir de viejo de causa naturales. Sánchez Cerro murió, nadie le había dicho que, la muerte natural de los tiranos, es morir asesinados.